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Sexta visión: el libro volando

Alcé de nuevo la vista y, al mirar, vi un libro que volaba. El ángel me preguntó:

— ¿Qué ves?

Yo respondí:

— Un libro que va volando y que tiene diez metros de largo por cinco de ancho.

El ángel me dijo:

— Es la maldición que abarca a toda esta tierra, pues por una cara lleva escrito: “ningún ladrón quedará impune”; y por la otra cara: “ningún perjuro quedará impune”. Yo le he dado licencia —oráculo del Señor del universo— para que entre en la casa del ladrón y del que jura en falso utilizando mi nombre, y para que se instale allí hasta que todas sus vigas y sus piedras se conviertan en ruinas.

Séptima visión: la mujer en el recipiente

El ángel que hablaba conmigo dio un paso adelante y me dijo:

— Alza la vista y mira eso que aparece.

Yo pregunté:

— ¿De qué se trata?

Me respondió:

— Es un recipiente y representa —añadió el ángel— la maldad de todo el país.

Levantaron entonces la tapadera que era de plomo y apareció una mujer sentada en el interior del recipiente. El ángel me dijo:

— Es la maldad.

Seguidamente la empujó hasta el fondo del recipiente al que tapó con la tapadera de plomo. Alcé entonces la vista y vi a dos mujeres que tenían alas como de cigüeña; el viento impulsaba sus alas y levantaron el recipiente entre la tierra y el cielo. 10 Pregunté al ángel que hablaba conmigo:

— ¿A dónde llevan el recipiente?

11 Me contestó:

— Al país de Senaar donde le construirán un santuario y lo colocarán sobre un pedestal.

Octava visión: los cuatro carros

De nuevo alce la vista y, al mirar, vi cuatro carros que salían de entre dos montañas que eran de bronce. El primer carro iba tirado por caballos alazanes, el segundo por caballos negros, el tercero por caballos blancos, y el cuarto por caballos tordos. Pregunté entonces al ángel que hablaba conmigo:

— Señor mío, ¿qué representan esos caballos?

El ángel me respondió:

— Representan a los cuatro vientos del cielo que se ponen en movimiento después de haber estado en presencia del Dueño de toda la tierra. El carro de caballos negros sale hacia el norte, el de caballos blancos parte siguiendo sus pasos, y el de caballos tordos avanza hacia el país del sur.

Salieron con ímpetu decididos a recorrer toda la tierra. Apenas se les ordenó que salieran a recorrer toda la tierra, la recorrieron de inmediato. Y [el ángel] me llamó para decirme:

— Mira, los que se dirigen al norte intentan aplacar la ira del Señor en el país del norte.

La corona

El Señor me habló en estos términos:

10 — Vete a casa de Josías, hijo de Sofonías, adonde acaban de llegar de Babilonia los deportados Jelday, Tobías y Jedaías, y haz una colecta. 11 Toma oro y plata, fabrica una corona, ponla sobre la cabeza del sumo sacerdote Josué, hijo de Josadac, 12 y dile: “Así dice el Señor del universo: Aquí está el hombre llamado Germen; a su paso todo germinará; él reconstruirá el Templo del Señor. 13 Reconstruirá, en efecto, el Templo del Señor, recibirá honores reales y se sentará en el trono para gobernar. Un sacerdote se sentará en el trono y reinará entre ambos la concordia”.

14 En cuanto a la corona, se conservará en el Templo del Señor para perpetuar la memoria de Jelday, Tobías, Jedaías y Josías, hijo de Sofonías. 15 Vendrá gente de lejos a trabajar en la reconstrucción del Templo del Señor y tendréis que reconocer que el Señor del universo me ha enviado a vosotros. Todo esto se cumplirá si obedecéis puntualmente al Señor, vuestro Dios.

Libro de los oráculos (7—8)

El ayuno conmemorativo

El año cuarto del reinado de Darío, en el día cuarto del noveno mes —el mes de Casleu—, el Señor dirigió su palabra a Zacarías. Betel-Sareser había enviado a Réguem-Mélec, junto con sus colaboradores, para implorar el perdón del Señor y preguntar a los sacerdotes del Templo del Señor del universo y a los profetas lo siguiente:

— ¿Debemos hacer duelo el quinto mes y ayunar tal como lo hemos hecho durante muchos años?

Entonces el Señor del universo me dirigió su palabra en estos términos:

— Di a los sacerdotes y a todo el pueblo de la tierra:

— Cuando ayunabais y hacíais duelo en el quinto y séptimo mes desde hace ya setenta años, ¿acaso lo hacíais para honrarme a mí? Y cuando comíais y bebíais, ¿no lo hacíais acaso para vuestro provecho? Además, ¿no eran ésas las palabras que el Señor pronunció por medio de los más antiguos profetas, cuando Jerusalén y las ciudades de su entorno estaban habitadas y vivían en paz, y cuando el Négueb y la Sefela estaban también habitados?

De nuevo el Señor dirigió su palabra a Zacarías:

— Así dice el Señor del universo: Juzgad con justicia y equidad, y practicad con vuestros hermanos el amor y la fidelidad. 10 No oprimáis a la viuda, al huérfano, al extranjero o al pobre, y no maquinéis en vuestro interior nada malo contra el prójimo. 11 Pero no me hicieron caso, sino que me volvieron la espalda y, rebeldes, rehusaron escucharme. 12 Endurecieron como un diamante su corazón para no prestar oído a la ley ni a las palabras que el Señor del universo les dirigía inspirando a los antiguos profetas. A causa de ello el Señor del universo se enojó sobremanera. 13 Y así como el Señor llamó y ellos no escucharon, así yo —dice el Señor del universo— tampoco los escuché cuando me invocaron, 14 sino que los dispersé entre naciones que no conocían. La tierra quedó asolada cuando ellos la abandonaron y nadie pasaba por allí. Así es como convirtieron en desierto un país tan espléndido.

Oráculos mesiánicos

El Señor del universo me dirigió esta palabra:

Así dice el Señor del universo:
estoy profundamente enamorado de Sión
y siento por ella una ardiente pasión.
Así dice el Señor:
Volveré de nuevo a Sión
y habitaré en medio de Jerusalén.
Jerusalén será llamada “ciudad fiel”,
y se llamará “monte santo”
al monte del Señor del universo.
Así dice el Señor del universo:
Ancianos y ancianas se sentarán
en las plazas de Jerusalén,
cada uno con un bastón en la mano,
debido a su avanzada edad.
Muchachos y muchachas
abarrotarán jugando
las plazas de la ciudad.
Así dice el Señor del universo:
Aunque al resto del pueblo
esto le parezca prodigioso en aquellos días,
no será prodigioso para mí
—oráculo del Señor del universo—.
Pues así dice el Señor del universo:
Voy a liberar a mi pueblo
del país donde sale el sol
y del país donde se pone:
los traeré y habitarán Jerusalén;
ellos serán mi pueblo
y yo seré su Dios, fiel y salvador.

Así dice el Señor del universo:

— Cobrad ánimo los que oís las palabras que los profetas pronuncian estos días en que se echan los cimientos del Templo del Señor del universo. 10 Porque antes de estos días, ni personas ni animales percibían jornal; nadie podía moverse con seguridad, pues yo había enfrentado a unos contra otros. 11 Pero ahora no me portaré como antes con el resto de este pueblo —oráculo del Señor del universo—. 12 Ahora sembraré todo de paz: la vid dará su fruto, los cielos dejarán caer su rocío y la tierra producirá su cosecha; todo esto daré en posesión al resto de este pueblo. 13 Y así como antes fuisteis objeto de maldición entre las naciones, pueblo de Judá y de Israel, así ahora os salvaré y os convertiré en bendición. ¡Cobrad, pues, ánimo y no temáis!

14 Así dice el Señor del universo:

— Lo mismo que castigué y no tuve compasión de vuestros antepasados cuando provocaron mi cólera —dice el Señor del universo—, 15 así ahora, cambiando de parecer, he decidido favorecer a Jerusalén y a Judá. Así que no temáis. 16 Basta con que hagáis lo siguiente: sed sinceros los unos con los otros, juzgad con equidad en vuestros tribunales y construid la paz; 17 no maquinéis la maldad unos contra otros en vuestro interior, ni os aficionéis a jurar en falso. Todas estas cosas me son aborrecibles —oráculo del Señor—.

18 El Señor del universo me dirigió su palabra en estos términos:

19 — Así dice el Señor del universo: Los ayunos del cuarto, quinto, séptimo y décimo mes se convertirán para Judá en días de alegría y regocijo y en festivas solemnidades, siempre que améis la verdad y la paz. 20 Porque así dice el Señor del universo: Afluirán todavía pueblos y gentes de ciudades populosas. 21 Y los habitantes de una ciudad irán a decir a los de la otra: “Vamos a implorar el perdón y la protección del Señor del universo. ¡Yo también voy!”. 22 Y serán innumerables los pueblos y naciones poderosas que vendrán a Jerusalén para buscar la protección del Señor del universo e implorar su perdón.

23 Así dice el Señor del universo:

— Sucederá en aquellos días que diez hombres procedentes de distintas naciones y lenguas asirán a un judío por la orla del manto y le dirán: “Queremos unirnos a vosotros porque hemos oído que Dios está con vosotros”

SEGUNDA PARTE (9—14)

Israel y los pueblos vecinos (9—11)

Juicio y castigo

Oráculo:
La palabra del Señor
llega al país de Jadrac
y en Damasco se detiene,
pues al Señor pertenecen
las ciudades de Siria,
así como las tribus de Israel.
Y también le pertenece
su vecina Jamat,
junto con Tiro y Sidón
prototipos de sabiduría.
Tiro se construyó una fortaleza;
acumuló tanta plata como polvo,
y tanto oro como barro
hay desparramado por las calles.
Pero el Señor la despojará de todo,
hundirá en el mar su poderío
y será consumida por el fuego.
Se espantará al verlo Ascalón,
se estremecerá Gaza de terror,
y Ecrón quedará sin esperanza.
Será eliminado el rey de Gaza,
quedará Ascalón sin habitantes,
y en Asdod vivirán razas mezcladas.
Abatiré la soberbia filistea,
arrancaré de su boca
la presa todavía ensangrentada,
y de entre sus dientes los manjares
que me son aborrecibles.
También de ellos quedará
un resto para nuestro Dios;
serán como clanes de Judá,
y los de Ecrón como si fueran jebuseos.
Montaré guardia en torno a mi Templo
contra todos los que intenten invadirlo;
ningún opresor pasará por allí
porque mis ojos están vigilantes.

El Mesías que viene

Salta de alegría, Sión;
grita jubilosa, Jerusalén,
porque ya llega tu rey,
justo y victorioso,
humilde y montado sobre un asno,
sobre un borrico, retoño de asna.
10 Destruirá los carros de guerra de Efraín
y aniquilará la caballería de Jerusalén;
quebrará los arcos de guerra
y anunciará la paz a las naciones.
Dominará de un mar a otro mar,
desde el río Éufrates
hasta los confines de la tierra.

Regreso de los cautivos

11 Y porque sellé contigo
una alianza mediante sangre,
yo sacaré a tus cautivos
del foso sin agua.
12 Volved, cautivos,
a la ciudad fortificada,
volved esperanzados;
hoy mismo os anuncio
que os daré doble recompensa.
13 He tensado como un arco a Judá,
he cargado [de flechas] a Efraín;
lanzaré, Sión, a tus hijos
contra los tuyos, país de Javán,
y te blandiré, Sión,
como blande un valiente su espada.
14 El Señor se manifestará a su lado
disparando flechas como relámpagos;
hará el Señor resonar la trompeta
y avanzará entre los torbellinos del sur.
15 El Señor del universo los protegerá
de modo que aplasten y trituren
las piedras lanzadas por la honda;
beberán su sangre como vino,
hasta rebosar como copa de ofrendas,
como los salientes del altar.
16 Aquel día los salvará el Señor, su Dios;
serán como rebaño de su pueblo
y resplandecerán en su tierra
como diamantes de diadema.
17 ¡Qué felicidad y qué hermosura!
El pan hará florecer a los muchachos
y el vino nuevo a las muchachas.