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Al nacer respiré el aire común,
y fui puesto en la tierra que a todos recibe;
como todos, al nacer lo primero que hice fue llorar.
Me envolvieron en pañales y me criaron con cariño.
Ningún rey empezó de otra manera.
Por un mismo camino entramos todos en la vida,
y por un mismo camino salimos de ella.

Aprecio por la sabiduría

Por eso supliqué a Dios, y me concedió prudencia;
le pedí espíritu de sabiduría, y me lo dio.
La preferí a los cetros y los tronos;
en comparación con ella, tuve en nada la riqueza.
Ninguna piedra preciosa me pareció igual a ella,
pues frente a ella todo el oro es como un puñado de arena,
y la plata vale tanto como el barro.
10 La amé más que a la salud y a la belleza;
la preferí a la luz del día,
porque su brillo no se apaga.
11 Con ella me vinieron a la vez todos los bienes,
pues me trajo incalculables riquezas;
12 gocé de todos esos bienes, porque la sabiduría los gobierna,
aunque no sabía que es la madre de todos ellos.
13 La alcancé sin malicia, y la comparto sin envidia;
no escondo para mí su riqueza.
14 La sabiduría es para los hombres un tesoro inagotable:
quien sabe usar de ella, logra la amistad de Dios,
porque ella, con sus enseñanzas, le sirve de recomendación.

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