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Razonando equivocadamente se han dicho:
«Corta y triste es nuestra vida;
la muerte del hombre es inevitable,
y no se sabe de nadie que haya vuelto de la tumba.

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12 Pongamos trampas al bueno, pues nos es molesto;
se opone a nuestras acciones,
nos reprocha que no cumplamos la ley
y nos echa en cara que no vivamos según la educación que recibimos.
13 Dice que conoce a Dios,
y se llama a sí mismo hijo del Señor.
14 Es un reproche a nuestra manera de pensar;
su sola presencia nos molesta.
15 Su vida es distinta a la de los demás,
y su proceder es diferente.
16 Nos rechaza como a moneda falsa,
y se aparta de nuestra compañía
como si fuéramos impuros.
Dice que los buenos, al morir, son dichosos,
y se siente orgulloso de tener a Dios por padre.
17 Veamos si es cierto lo que dice
y comprobemos en qué va a parar su vida.
18 Si el bueno es realmente hijo de Dios,
Dios lo ayudará y lo librará
de las manos de sus enemigos.
19 Sometámoslo a insultos y torturas,
para conocer su paciencia
y comprobar su resistencia.
20 Condenémoslo a una muerte deshonrosa,
pues, según dice, tendrá quien lo defienda.»

Error de los malos

21 Así piensan los malos, pero se equivocan;
su propia maldad los ha vuelto ciegos.
22 No entienden los planes secretos de Dios,
ni esperan que una vida santa tenga recompensa;
no creen que los inocentes recibirán su premio.
23 En verdad, Dios creó al hombre para que no muriera,
y lo hizo a imagen de su propio ser;
24 sin embargo, por la envidia del diablo
entró la muerte en el mundo,
y la sufren los que del diablo son.

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