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El olor del pescado espantó al demonio, y éste salió huyendo. El demonio no paró hasta llegar a Egipto, y allí el ángel Rafael lo encadenó.

Al salir de la habitación, Ragüel y Edna cerraron la puerta. Entonces Tobías se levantó de la cama y le dijo a Sara:

«Levántate, querida, vamos a pedirle a Dios que tenga compasión de nosotros y nos proteja».

Ella se levantó, y comenzaron a orar, pidiendo a Dios que los protegiera. Ésta es la oración que hicieron:

«Alabado seas por siempre,
Dios de nuestros antepasados.
Que el cielo y la tierra,
y todo lo que has creado,
por siempre te alaben.

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