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Pero el ángel le dijo:

—¡Agarra el pescado, no lo sueltes!

El muchacho agarró el pescado y lo sacó a la orilla. El ángel le dijo:

—Ábrelo y sácale la hiel, el corazón y el hígado, y guárdalos. Son un remedio muy útil. Los intestinos, tíralos.

El muchacho abrió el pescado y separó la hiel, el corazón y el hígado. Luego puso a asar un poco de pescado y se lo comió. El resto lo saló y lo guardó.

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