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El pescado providencial

El muchacho se fue acompañado por el ángel. El perro también salió y se fue con ellos. Empezaron su viaje, y la primera noche la pasaron junto al río Tigris. El muchacho bajó al río a lavarse los pies. Entonces un pez enorme saltó del agua y amenazaba con comerle el pie al muchacho. Éste dio un grito. Pero el ángel le dijo:

—¡Agarra el pescado, no lo sueltes!

El muchacho agarró el pescado y lo sacó a la orilla. El ángel le dijo:

—Ábrelo y sácale la hiel, el corazón y el hígado, y guárdalos. Son un remedio muy útil. Los intestinos, tíralos.

El muchacho abrió el pescado y separó la hiel, el corazón y el hígado. Luego puso a asar un poco de pescado y se lo comió. El resto lo saló y lo guardó. Y siguieron juntos el viaje hasta que llegaron cerca de Media. Entonces el muchacho preguntó al ángel:

—Amigo Azarías, ¿para qué sirven de remedio la hiel, el corazón y el hígado del pescado?

Él contestó:

—Cuando una persona es atacada por un demonio o espíritu malo, si se queman delante de esa persona el corazón y el hígado del pescado, cesa el ataque y no se repite jamás. Y cuando una persona tiene nubes en los ojos, si se untan con la hiel y se sopla en ellos, queda sana.

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