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15 Aunque soy prisionera en este país,
nadie puede hablar mal de mí,
ni tampoco de mi padre.
Yo soy su única hija;
no tiene otro heredero.
No tengo pariente cercano
con quien pueda casarme.
He tenido siete esposos,
y todos han muerto;
¿para qué seguir viviendo?

»Pero si no quieres que yo muera,
¡ten compasión de mí y escúchame!
¡Ponle fin a tantos insultos!»

16-17 Mis oraciones y las de Sara fueron contestadas al mismo tiempo: Cuando volví del patio a mi casa, y ella bajó del segundo piso, Dios en su inmenso poder había resuelto todo, enviando al ángel Rafael para sanarnos. Yo recobré la vista y pude ver la luz. El malvado demonio Asmodeo dejó en paz a Sara, y ella pudo casarse con mi hijo Tobías y conservar su herencia. Y es que Tobías tenía más derecho a casarse con ella que cualquier otro pretendiente, pues era su pariente más cercano.

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