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Tobit queda ciego

Cuando llegué a mi casa, dejaron en libertad a mi esposa y a mi hijo Tobías. Cierto día, mientras celebrábamos la fiesta de Pentecostés, que duraba siete semanas, ellos me prepararon una excelente comida. Cuando me senté a la mesa y vi la comida, le dije a Tobías:

«Hijo mío, averigua si entre nuestra gente acá en Nínive, hay algún pobre que con toda sinceridad le sea fiel a Dios, y tráelo a comer con nosotros. Yo esperaré hasta que regreses».

Tobías se fue a buscarlo y cuando regresó me dijo: «¡Padre, acaban de matar a un israelita y lo dejaron tirado en la plaza!»

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