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Pero el Señor todavía está en la ciudad,
    y él no hace nada malo.
Día tras día emite justicia;
    él nunca falla.
    Pero los perversos no conocen la vergüenza.

«Yo he aniquilado a muchas naciones
    y he devastado las murallas y torres de sus fortalezas.
Las calles ahora están desiertas;
    sus ciudades quedan en ruinas silenciosas.
No quedó nadie con vida,
    ni siquiera uno.
Yo pensé: “¡Seguramente ahora me temerán!
    Sin duda, escucharán mis advertencias.
Entonces no necesitaré intervenir otra vez
    y destruir sus casas”.
¡Pero no es así! Se levantan temprano
    para continuar con sus malas acciones.

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