Add parallel Print Page Options

Ni tímido ni arrogante

20 Hijo mío, fíjate en las circunstancias y aléjate del mal,
para que no te avergüences de ti mismo.
21 Porque hay una vergüenza que trae pecado
y otra vergüenza que produce honor y buena fama.
22 No tengas consideraciones con otros en perjuicio propio,
ni seas tan tímido que te perjudiques a ti mismo.
23 No dejes de hablar cuando sea necesario
ni escondas tu sabiduría.
24 Porque la sabiduría se conoce al hablar,
y la inteligencia, al dar una respuesta.
25-26 No seas rebelde a la verdad,
ni luches contra la corriente.
No te dé vergüenza confesar tus faltas;
avergüénzate de tu ignorancia.
27 No te humilles delante de un insensato,
pero no resistas a los que gobiernan.
28 Lucha por la justicia hasta la muerte,
y el Señor luchará a favor tuyo.
29 No seas altanero cuando hables,
ni débil y cobarde en tus acciones.
30 No seas como un león con tu familia,
y tímido con tus esclavos.
31 No mantengas la mano extendida para recibir,
y recogida para dar.

Contra la presunción

No confíes en tu riqueza,
ni digas: «Tengo suficiente.»
No confíes en tus fuerzas
para seguir tus caprichos.
No digas: «Nadie puede contra mí»,
porque el Señor te pedirá cuentas.
No digas: «Pequé, y nada me sucedió.»
Lo que pasa es que Dios es muy paciente.
No confíes en su perdón
para seguir pecando más y más.
No digas: «Dios es muy compasivo;
por más que yo peque, me perdonará.»
Porque él es compasivo, pero también se enoja,
y castiga con ira a los malvados.
No tardes en volverte a él;
no lo dejes siempre para el día siguiente.
Porque, cuando menos lo pienses, el Señor se enojará,
y perecerás el día del castigo.