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El trabajo manual y la sabiduría

24 La sabiduría del literato crece con sus tiempos libres;
el que tiene pocas ocupaciones puede hacerse sabio.
25 No puede hacerse sabio quien pasa su tiempo arando,
quien pone su orgullo en manejar bien la aguijada,
quien no hace más que dirigir los bueyes,
y solamente se ocupa del ganado,
26 y se desvela por arreglar el establo,
y toda su preocupación es trazar los surcos.

27 Otro tanto hay que decir de todo obrero y artesano
que trabaja de noche lo mismo que de día,
que talla relieves para sellos
y constantemente cambia los diseños.
Se esfuerza por representar al vivo las imágenes
y se desvela para terminar su trabajo.

28 Así también el herrero sentado junto al yunque,
concentrado en trabajar el hierro.
El humo y el fuego le resecan la piel
mientras lucha con el calor de la fragua.
El ruido del martillo resuena siempre en sus oídos;
tiene los ojos fijos en el modelo que copia.
Se esfuerza por terminar su trabajo,
y se desvela por darle los toques finales.

29 Lo mismo es el que trabaja el barro,
que hace girar el torno con los pies,
siempre concentrado en su trabajo
y esforzándose por hacer la cantidad fijada.
30 Moldea el barro con las manos,
y con los pies lo ablanda.
Se esfuerza por terminar el barnizado,
y se desvela para dejar limpio el horno.

31 Todos ellos son obreros que trabajan con sus manos,
y cada uno en su oficio es un experto.
32 Sin ellos no sería posible la vida en sociedad,
nadie viviría ni nadie viajaría.
33 Sin embargo nadie los invitará a gobernar el pueblo,
ni descollarán en la asamblea.
No forman parte de ningún tribunal,
ni entienden de asuntos de justicia.
34 No demuestran instrucción ni capacidad para juzgar,
ni entienden de proverbios.
Pero ellos contribuyen a la estabilidad del mundo,
ocupándose en su trabajo de artesanos.

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