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Reprendiste a los pueblos
que no te adoran;
destruiste a esos malvados,
¡y nadie volvió a recordarlos!
Para siempre cayó la desgracia
sobre nuestros enemigos;
dejaste sin gente sus ciudades,
y ya nadie se acuerda de ellos.

Dios mío, tú reinas para siempre,
estás sentado en tu trono,
y vas a dictar la sentencia.

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