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Afilan su lengua, como si fuera una espada;
lanzan acres invectivas, como si fueran saetas,
y a escondidas hieren al hombre íntegro.
Lo atacan de repente y sin temor alguno;
obstinados en cumplir sus inicuos designios,
pretenden disimular sus trampas,
creyendo que nadie los va a ver.

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