Salmos 49
Reina-Valera 1995
La insensatez de confiar en las riquezas
Al músico principal. Salmo de los hijos de Coré
49 Oíd esto, pueblos todos;
escuchad, todos los habitantes del mundo,
2 tanto los plebeyos como los nobles;
el rico y el pobre juntamente.
3 Mi boca hablará sabiduría,
y el pensamiento de mi corazón inteligencia.
4 Inclinaré al proverbio mi oído;
declararé con el arpa mi enigma.
5 ¿Por qué he de temer en los días de adversidad,
cuando la iniquidad de mis opresores me rodee?
6 Los que confían en sus bienes
y de sus muchas riquezas se jactan,
7 ninguno de ellos podrá, en manera alguna, redimir al hermano
ni pagar a Dios su rescate
8 (pues la redención de su vida es de tan alto precio
que no se logrará jamás),
9 para que viva en adelante para siempre,
sin jamás ver corrupción,
10 pues se ve que aun los sabios mueren;
que perecen del mismo modo que el insensato y el necio,
y dejan a otros sus riquezas.
11 Su íntimo pensamiento es que sus casas serán eternas,
y sus habitaciones para generación y generación.
¡Dan sus nombres a sus tierras!
12 Pero el hombre no gozará de honores para siempre.
¡Es semejante a las bestias que perecen!
13 Este su camino es locura;
con todo, sus descendientes se complacen en el dicho de ellos. Selah
14 Como a rebaños que son conducidos al seol,
la muerte los pastoreará.
Los rectos se enseñorearán de ellos por la mañana,
se consumirá su buen parecer
y el seol será su morada.
15 Pero Dios redimirá mi vida del poder del seol,
porque él me tomará consigo. Selah
16 No temas cuando se enriquece alguno,
cuando aumenta la gloria de su casa,
17 porque cuando muera no llevará nada
ni descenderá tras él su gloria.
18 Aunque, mientras viva, llame dichosa a su alma
y sea alabado porque prospera,
19 entrará en la generación de sus padres,
y nunca más verá la luz.
20 El hombre que goza de honores y no entiende,
semejante es a las bestias que perecen.
1 Samuel 22
Reina-Valera 1995
22 Partió David de allí y se refugió en la cueva de Adulam; cuando sus hermanos y toda la casa de su padre lo supieron, fueron allí a reunirse con él. 2 Además se le unieron todos los afligidos, todos los que estaban endeudados y todos los que se hallaban en amargura de espíritu, y llegó a ser su jefe. Había con él como cuatrocientos hombres.
3 De allí se fue David a Mizpa de Moab, y dijo al rey de Moab:
«Te ruego que mi padre y mi madre se queden con vosotros, hasta que sepa lo que Dios hará de mí.»
4 Los trajo, pues, a la presencia del rey de Moab, y habitaron con él todo el tiempo que David estuvo en el lugar fuerte. 5 Pero el profeta Gad dijo a David:
«No te quedes en este lugar fuerte; anda y vete a tierra de Judá.»
Entonces partió David y entró en el bosque de Haret.
Asesinato de los sacerdotes de Nob
6 Oyó Saúl que David y los que estaban con él habían sido vistos. Estaba Saúl sentado en Gabaa, debajo de un tamarisco, sobre un alto, con la lanza en su mano, y rodeado de todos sus siervos. 7 Y dijo Saúl a los siervos que estaban alrededor de él:
—Oíd ahora, hijos de Benjamín: ¿Os dará también a todos vosotros el hijo de Isaí tierras y viñas, y os hará a todos vosotros jefes de millares y jefes de centenas, 8 para que todos vosotros hayáis conspirado contra mí? ¿No ha habido quien me informara de cómo mi hijo ha hecho alianza con el hijo de Isaí, ni hay ninguno de vosotros que se conduela de mí y me dé a conocer cómo mi hijo ha sublevado contra mí a un siervo mío para que me aceche, tal como lo hace hoy?
9 Entonces Doeg, el edomita, que era el principal de los siervos de Saúl, respondió:
—Yo vi al hijo de Isaí venir a Nob, adonde estaba Ahimelec hijo de Ahitob. 10 Éste consultó a Jehová por él, le dio provisiones y también la espada de Goliat, el filisteo.
11 Mandó el rey a llamar al sacerdote Ahimelec hijo de Ahitob, y a toda la casa de su padre, los sacerdotes que estaban en Nob, y todos vinieron ante el rey. 12 Y Saúl dijo:
—Oye ahora, hijo de Ahitob.
—Heme aquí, señor mío —respondió él.
13 Saúl añadió:
—¿Por qué habéis conspirado contra mí, tú y el hijo de Isaí? Le diste pan y una espada, y consultaste a Dios por él, para que se subleve contra mí y me aceche, como lo hace en el día de hoy.
14 Ahimelec respondió al rey:
—¿Y quién entre todos tus siervos es tan fiel como David, que además es yerno del rey, sirve a tus órdenes y todos lo honran en tu propia casa? 15 ¿Acaso he comenzado hoy a consultar a Dios por él? ¡No, lejos de mí! Que el rey no culpe de cosa alguna a su siervo, ni a toda la casa de mi padre; porque tu siervo ninguna cosa, grande ni pequeña, sabe de este asunto.
16 Pero el rey respondió:
—Sin duda morirás, Ahimelec, tú y toda la casa de tu padre.
17 Luego dijo el rey a la gente de su guardia que estaba a su lado:
—Volveos y matad a los sacerdotes de Jehová; porque también la mano de ellos está con David, pues sabiendo ellos que huía, no me lo hicieron saber.
Pero los siervos del rey no quisieron extender sus manos para matar a los sacerdotes de Jehová. 18 Entonces dijo el rey a Doeg:
—Vuélvete y arremete contra los sacerdotes.
Y se volvió Doeg, el edomita, atacó a los sacerdotes y mató en aquel día a ochenta y cinco hombres que vestían efod de lino. 19 Y a Nob, ciudad de los sacerdotes, la pasó Saúl a filo de espada: a hombres, mujeres y niños, hasta los de pecho, y bueyes, asnos y ovejas, todo lo hirió a filo de espada. 20 Pero uno de los hijos de Ahimelec hijo de Ahitob, que se llamaba Abiatar, pudo escapar, y huyó tras David. 21 Abiatar dio aviso a David de cómo Saúl había dado muerte a los sacerdotes de Jehová. 22 Y David le dijo:
—Ya sabía yo aquel día que estando allí Doeg, el edomita, él se lo haría saber a Saúl. He ocasionado la muerte a todas las personas de la casa de tu padre. 23 Quédate conmigo, no temas; quien busque mi vida, buscará también la tuya; pero conmigo estarás a salvo.
Lucas 20:27-40
Reina-Valera 1995
La pregunta sobre la resurrección(A)
27 Se acercaron entonces algunos de los saduceos, los cuales niegan que haya resurrección, y le preguntaron, 28 diciendo:
—Maestro, Moisés nos escribió: “Si el hermano de alguno muere teniendo mujer y no deja hijos, que su hermano se case con ella y levante descendencia a su hermano.” 29 Hubo, pues, siete hermanos: el primero tomó esposa y murió sin hijos. 30 Y la tomó el segundo, el cual también murió sin hijos. 31 La tomó el tercero, y así todos los siete, y murieron sin dejar descendencia. 32 Finalmente murió también la mujer. 33 En la resurrección, pues, ¿de cuál de ellos será mujer, ya que los siete la tuvieron por mujer?
34 Entonces respondiendo Jesús, les dijo:
—Los hijos de este siglo se casan y se dan en casamiento, 35 pero los que son tenidos por dignos de alcanzar aquel siglo y la resurrección de entre los muertos, ni se casan ni se dan en casamiento, 36 porque ya no pueden morir, pues son iguales a los ángeles, y son hijos de Dios al ser hijos de la resurrección. 37 Pero en cuanto a que los muertos han de resucitar, aun Moisés lo enseñó en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor, Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob, 38 porque Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para él todos viven.
39 Respondiéndole algunos de los escribas, dijeron:
—Maestro, bien has dicho.
40 Y no osaron preguntarle nada más.
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