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¡Que rujan los océanos y hagan espuma!
    ¡Que tiemblen las montañas mientras suben las aguas! Interludio

Un río trae gozo a la ciudad de nuestro Dios,
    el hogar sagrado del Altísimo.
Dios habita en esa ciudad; no puede ser destruida.
    En cuanto despunte el día, Dios la protegerá.

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