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Dios cuida de mí

SALMO 23 (22)

Himno de David.

23 Tú, Dios mío, eres mi pastor;
contigo nada me falta.
Me haces descansar en verdes pastos,
y para calmar mi sed
me llevas a tranquilas aguas.
Me das nuevas fuerzas
y me guías por el mejor camino,
porque así eres tú.

Puedo cruzar lugares peligrosos
y no tener miedo de nada,
porque tú eres mi pastor
y siempre estás a mi lado;
me guías por el buen camino
y me llenas de confianza.

Aunque se enojen mis enemigos,
tú me ofreces un banquete
y me llenas de felicidad;
¡me das un trato especial!

Estoy completamente seguro
de que tu bondad y tu amor
me acompañarán mientras yo viva,
y de que para siempre
viviré donde tú vives.

El Rey del universo

SALMO 24 (23)

Himno de David.

24 Dios es dueño de toda la tierra
y de todo lo que hay en ella;
también es dueño del mundo
y de todos sus habitantes.
Dios afirmó la tierra
sobre el agua de los mares;
Dios afirmó este mundo
sobre el agua de los ríos.

Sólo puede subir al monte de Dios
y entrar en su santo templo
el que siempre hace lo bueno
y jamás piensa hacer lo malo;
el que no adora a dioses falsos
ni hace juramentos en su nombre.
Al que es así,
Dios lo llena de bendiciones;
¡Dios, su Salvador, le da la victoria!

Dios de Israel,
así son todos los que te buscan;
así son los que a ti acuden.

«¡Abran los portones de Jerusalén!
¡Dejen abiertas sus antiguas entradas!
¡Está pasando el Rey poderoso!»

«¿Y quién es este Rey poderoso?»

«¡Es el Dios de Israel;
Dios fuerte y valiente!
¡Es nuestro Dios,
el valiente guerrero!»

«¡Abran los portones de Jerusalén!
¡Dejen abiertas sus antiguas entradas!
¡Está pasando el Rey poderoso!»

10 «¿Y quién es este Rey poderoso?»

«¡Es el Dios de Israel,
el Rey poderoso!
¡Él es el Dios del universo!»

Ayúdanos y protégenos

SALMO 25 (24)

Himno de David.

25 1-2 Mi Señor y Dios,
a ti dirijo mis ruegos
porque en ti confío.
No me hagas pasar vergüenza;
no permitas que mis enemigos
se burlen de mí.
Tampoco dejes que pasen vergüenza
los que en ti confían;
¡la vergüenza deben pasarla
los que traicionan a otros!

4-5 Dios mío,
enséñame a vivir
como tú siempre has querido.
Tú eres mi Dios y salvador,
y en ti siempre confío.

6-7 Dios mío,
por tu amor y tu bondad
acuérdate de mí.
Recuerda que siempre me has mostrado
tu ternura y gran amor;
pero olvídate de los pecados
que cometí cuando era joven.

8-10 Dios mío, tú eres bueno
y siempre actúas con justicia.
Enseñas a los pecadores
a hacer lo bueno;
enseñas a los humildes
a hacer lo bueno y lo justo.
Con quienes cumplen tu pacto
y obedecen tus mandamientos
tú siempre actúas
con amor y fidelidad.

11 Dios mío,
es muy grande mi maldad;
pero por todo lo que tú eres,
te ruego que me perdones.

12 A los que te honran,
tú les muestras cómo deben vivir.
13 Mientras vivan, les irá bien,
y sus hijos heredarán la tierra.

14 Tú, mi Dios, te haces amigo
de aquellos que te honran,
y les das a conocer tu pacto.
15 Siempre dirijo a ti mis ojos,
pues sólo tú puedes librarme
de todo peligro.
16 Mírame, y tenme compasión,
pues estoy solo y afligido.
17 Más y más mi corazón
se va llenando de angustia;
¡quítame la tristeza!
18 Toma en cuenta que me encuentro
afligido y con problemas;
¡perdona todos mis pecados!

19 ¡Mira cuántos enemigos tengo!
¡Mira su odio tan violento contra mí!
20 ¡Líbrame de ellos!
¡No me hagas pasar vergüenza!
¡No dejes que me maten,
porque en ti busco refugio!
21 En ti he puesto mi confianza.
Mi honradez y mi inocencia
me harán salir victorioso.

22 ¡Salva a tu pueblo, Dios mío;
mira la angustia de Israel!

Siempre te seré fiel

SALMO 26 (25)

Himno de David.

26 1-2 Dios mío,
declárame inocente,
pues vivo una vida honrada
y en ti confío ciegamente.
Dime si te agrada
lo que pienso y lo que siento.
Yo siempre recuerdo tu amor
y por eso te soy fiel.

4-5 No me junto con gente tramposa
ni ando con gente mala y perversa.
¡No soporto cerca de mí
a gente que no es sincera!

Dios mío,
yo no he hecho nada malo;
por eso me acerco a tu altar
para cantarte a voz en cuello
mis himnos de alabanza
y hablar de tus grandes hechos.

Dios mío,
yo amo el templo donde vives,
donde se hace presente tu grandeza.
No me dejes morir
entre gente pecadora;
no me quites la vida
junto con gente asesina,
10 gente que tiene en sus manos
el dinero que ha ganado con engaños.

11-12 Dios mío,
yo quiero seguir siendo honrado;
ten compasión de mí, y sálvame.
Así me mantendré fiel a ti,
y con todo tu pueblo te alabaré.

Tú proteges mi vida

SALMO 27 (26)

Himno de David.

27 Dios mío,
tú eres mi luz y mi salvación;
¿de quién voy a tener miedo?
Tú eres quien protege mi vida;
¡nadie me infunde temor!
Cuando mis malvados enemigos
me atacan y amenazan con destruirme,
son ellos los que tropiezan,
son ellos los que caen.
Me puede atacar un ejército,
pero yo no siento miedo;
me pueden hacer la guerra,
pero yo mantengo la calma.

Dios mío,
sólo una cosa te pido,
sólo una cosa deseo:
déjame vivir en tu templo
todos los días de mi vida,
para contemplar tu hermosura
y buscarte en oración.
Cuando vengan tiempos difíciles,
tú me darás protección:
me esconderás en tu templo,
que es el lugar más seguro.
Tú me darás la victoria
sobre mis enemigos;
yo, por mi parte,
cantaré himnos en tu honor,
y ofreceré en tu templo
sacrificios de gratitud.

Dios mío, te estoy llamando:
¡escúchame!
Ten compasión de mí:
¡respóndeme!

Una voz interna me dice:
«¡Busca a Dios!»
Por eso te busco, Dios mío.
Yo estoy a tu servicio.
No te escondas de mí.
No me rechaces.
¡Tú eres mi ayuda!

Dios mío,
no me dejes solo;
no me abandones;
¡tú eres mi salvador!
10 Mis padres podrán abandonarme,
pero tú me adoptarás como hijo.

11 Dios mío,
por causa de mis enemigos
dime cómo quieres que viva
y llévame por el buen camino.
12 No dejes que mis enemigos
hagan conmigo lo que quieran.

Falsos testigos se levantan,
me acusan y me amenazan.
13 ¡Pero yo sé que viviré
para disfrutar de tu bondad
junto con todo tu pueblo!
14 Por eso me armo de valor,
y me digo a mí mismo:
«Pon tu confianza en Dios.
¡Sí, pon tu confianza en él!»

Tú eres la fuerza de tu pueblo

SALMO 28 (27)

Himno de David.

28 Dios mío, yo te llamo,
no cierres tus oídos,
porque tú eres quien me protege.
Si no me respondes,
de seguro moriré.
Atiende mis ruegos
cuando te tienda los brazos
para pedirte ayuda.

No me castigues
junto con los malhechores,
porque hablan con los demás
y les desean lo mejor,
pero en su pensamiento
quisieran matarlos.
¡Págales con la misma moneda!
¡Dales su merecido!
Sus acciones han sido malas;
¡devuélveles mal por mal,
pues no toman en cuenta
todo lo que has hecho!
Por eso, ¡destrúyelos por completo,
que no vuelvan a levantarse!

6-7 ¡Bendito seas, Dios mío,
por atender a mis ruegos!
Tú eres mi fuerza;
me proteges como un escudo.
En ti confío de corazón,
pues de ti recibo ayuda.
El corazón se me llena de alegría,
por eso te alabo en mis cantos.

8-9 Tú, Dios mío,
eres la fuerza de tu pueblo;
danos la victoria,
pues somos tu pueblo elegido.
¡Sálvanos y bendícenos!
¡Llévanos en tus brazos,
pues tú eres nuestro pastor!

La poderosa voz de Dios

SALMO 29 (28)

Himno de David.

29 1-2 Ustedes, que en el cielo
están al servicio de Dios,
denle la honra que merece,
reconozcan su poder
y adórenlo en su hermoso templo.

La voz de nuestro Dios,
Dios de la gloria,
retumba como el trueno
sobre los grandes océanos.
La voz de nuestro Dios retumba con fuerza;
la voz de nuestro Dios retumba con poder.
La voz de nuestro Dios derriba los cedros;
nuestro Dios derriba los cedros del Líbano.
A los montes Líbano y Hermón
los hace saltar como terneros,
¡como si fueran toros salvajes!
La voz de nuestro Dios
lanza llamas de fuego;
la voz de Dios sacude el desierto;
¡nuestro Dios sacude el desierto de Cadés!
9-10 La voz de Dios retuerce los robles
y deja sin árboles los bosques.
Nuestro Dios es el rey de las lluvias;
él se sienta en su trono
para reinar por siempre.
En su templo todos lo alaban,
11 y desde allí le pedimos
que nos llene de fuerzas
y nos bendiga con su paz.

Cambiaste mi tristeza en baile

SALMO 30 (29)

Himno de David para la dedicación del templo.

30 Dios mío,
yo alabo tu grandeza
porque me salvaste del peligro,
porque no dejaste que mis enemigos
se burlaran de mí.

Mi Señor y Dios,
te pedí ayuda, y me sanaste;
¡me salvaste de la muerte!
Estaba a punto de morir
¡y me libraste de la tumba!

Ustedes, los que aman a Dios,
alábenlo y cántenle himnos.
Cuando Dios se enoja,
el enojo pronto se le pasa;
pero cuando ama,
su amor dura toda la vida.
Tal vez lloremos por la noche,
pero en la mañana estaremos felices.

Yo vivía tan tranquilo
que hasta llegué a pensar
que jamás fracasaría.
Tú, mi Dios, en tu bondad,
me habías puesto en lugar seguro,
pero me diste la espalda
y me quedé lleno de espanto.

Dios mío, te estoy llamando;
escucha mis ruegos.
¡Nada ganas con mi muerte!
¡Nada ganas con verme en la tumba!
¡Los muertos no pueden alabarte
ni hablar de tu verdad!

10 Mi Señor y Dios,
¡escúchame y tenme compasión!
¡No me niegues tu ayuda!
11 Tú cambiaste mi tristeza
y la convertiste en baile.
Me quitaste la ropa de luto
y me pusiste ropa de fiesta,
12 para que te cante himnos
y alabe tu poder.

Mi Señor y Dios,
no puedo quedarme callado,
por eso siempre te alabaré.