Add parallel Print Page Options

Dios lo dejó todo
firme para siempre;
estableció un orden
que no puede ser cambiado.

¡Que lo alabe la tierra!
¡Que lo alaben los monstruos marinos!
¡Que lo alabe el mar profundo!
¡Que lo alaben el rayo y el granizo!
¡Que lo alaben la nieve y la neblina!
¡Que lo alabe el viento tempestuoso
que obedece sus órdenes!

Read full chapter