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Yo le digo al Señor: «Tú eres mi Dios.
    Atiende, Señor, a mi voz suplicante».
Señor Soberano, mi Salvador poderoso
    que me protege en el día de la batalla:
No satisfagas, Señor, los caprichos de los impíos;
    no permitas que sus planes prosperen,
    para que no se enorgullezcan. Selah

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