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El refugio del justo

Al músico principal. Salmo de David.

11 Yo confío en el Señor;
¿Por qué, entonces, me sugieren
que escape a las montañas, como un ave?
Ciertamente, los malos preparan su arco
y disponen las flechas sobre la cuerda
para atacar desde las sombras a los justos.
¿Pero qué puede hacer el hombre honrado
cuando son socavados los cimientos?

El Señor está en su santo templo;
el Señor tiene su trono en el cielo;
él ve y examina a todos los seres humanos.
El Señor pone a prueba al hombre honrado,
pero repudia al injusto y al violento;
acarrea calamidades sobre el malvado,
y le lanza fuego, azufre y un viento calcinante.
El Señor es justo, y ama la justicia;
el hombre honrado contemplará su rostro.

Oración por la salud

Al músico principal. Salmo de David.

41 ¡Dichoso aquél que piensa en los pobres!
En los días malos el Señor lo ayudará.
El Señor lo cuidará y le dará vida,
lo hará vivir feliz en la tierra,
y no lo dejará caer en manos de sus enemigos.
Cuando esté enfermo, el Señor lo sustentará;
suavizará sus males mientras recobra la salud.

Yo le pido al Señor que me tenga compasión,
que me sane, pues he pecado contra él.
Mis enemigos hablan mal de mí, y dicen:
«¿Cuándo morirá? ¿Cuándo será olvidado?»
Si vienen a verme, sólo dicen sandeces;
guardan en su mente las malas noticias,
y en cuanto salen a la calle las divulgan.

Todos los que me odian se unen contra mí
y sólo piensan malas cosas. Hasta dicen:
«Lo que tiene es cosa del demonio;
cayó en cama, y no volverá a levantarse.»
Aun mi mejor amigo, en quien yo confiaba,
el que comía conmigo, me ha traicionado.(A)

10 Pero tú, Señor, ¡ten compasión de mí!
¡devuélveme la salud, y les daré su merecido!
11 Con esto sabré que soy de tu agrado:
si mi enemigo no llega a burlarse de mí.
12 Y a mí, ¡sosténme por causa de mi integridad!
¡permíteme estar en tu presencia para siempre!

13 ¡Bendito sea el Señor, el Dios de Israel,
Por los siglos de los siglos!(B)
¡Amén y Amén!

Oración de un anciano

71 Señor, en ti busco refugio;
¡Jamás permitas que sea yo avergonzado!
¡Ven a socorrerme, y líbrame, pues tú eres justo!
¡Dígnate escucharme, y ven a salvarme!
¡Sé para mí una roca de refugio,
en donde siempre pueda resguardarme!
Sólo tú puedes decretar mi salvación,
porque tú eres mi roca y mi fortaleza.

Dios mío, líbrame del poder de los impíos,
del poder de los perversos y violentos.
Tú, Señor mi Dios, eres mi esperanza;
tú me has dado seguridad desde mi juventud.
Desde el vientre de mi madre me has sostenido;
¡tú me sacaste de las entrañas de mi madre,
y para ti será siempre mi alabanza!

Muchos se sorprenden al verme,
porque tú eres para mí un sólido refugio.
Mis labios rebosan con tu alabanza,
y proclaman tu gloria todo el día.
No me deseches cuando llegue a la vejez;
no me desampares cuando mis fuerzas se acaben.
10 Mis enemigos hablan siempre mal de mí;
se junta el grupo de los que quieren matarme,
11 y dicen: «Dios lo ha desamparado.
¡Persíganlo y atrápenlo, pues no tiene quien lo libre!»

12 Dios mío, ¡no te alejes de mí!
Dios mío, ¡ven pronto a salvarme!
13 ¡Que perezcan y sean avergonzados mis adversarios!
¡Que queden confundidos y avergonzados los que buscan mi mal!
14 Pero yo siempre confiaré en ti,
y más y más te alabaré.
15 Todo el día mi boca proclamará tu justicia,
y tus hechos de salvación,
aun cuando no puedo enumerarlos.
16 Hablaré, Señor y Dios, de tus hechos poderosos;
y sólo haré memoria de tu justicia.

17 Tú, mi Dios, me has enseñado desde mi juventud,
y aún ahora sigo hablando de tus maravillas.
18 No me desampares, Dios mío,
aunque llegue a estar viejo y canoso,
hasta que haya anunciado tu gran poder
a las generaciones que habrán de venir.

19 Tu justicia, oh Dios, llega a las alturas.
Tú, oh Dios, has hecho grandes cosas.
¿Quién puede compararse a ti?
20 Me has hecho ver muchas angustias y males,
pero volverás a darme vida;
volverás a levantarme de los abismos de la tierra,
21 aumentarás mi grandeza,
y volverás a consolarme.

22 Dios mío, Santo de Israel,
yo te alabaré al son del salterio,
y al son del arpa alabaré tu verdad.
23 Mis labios se alegrarán cuando te cante,
pues me has salvado la vida.
24 También mi lengua hablará de tu justicia todo el día,
porque han quedado avergonzados y confundidos
los que procuraban perjudicarme.

Promesa de vivir rectamente

Salmo de David.

101 Alabaré tu misericordia y tu justicia;
cantaré, Señor, salmos a tu nombre.
Quiero entender tus perfectas enseñanzas.
¿Cuándo vendrás a mi encuentro?
Así me conduciré con rectitud en mi hogar,
y no pondré los ojos en la injusticia.

Odio a los que actúan de manera torcida;
no permito que ninguno de ellos se acerque a mí.
Mantengo alejados a los de intenciones perversas;
no tengo nada que ver con los malvados.

Destruiré al que con malicia deshonre a su prójimo;
no toleraré a los de mirada altanera y vanidosa.
Me fijaré en los que son fieles, y conmigo vivirán;
sólo me servirán los que vayan por el buen camino.
No habitará en mi casa quien cometa fraudes,
ni se presentará ante mí ningún mentiroso.
Por las mañanas borraré del país a todos los impíos,
y expulsaré de la ciudad del Señor a todos los malvados.

Plena confianza en Dios

Cántico gradual; de David.

131 Señor, mi corazón no es vanidoso,
ni son altaneros mis ojos;
no busco realizar grandes proezas,
ni hazañas que excedan a mis fuerzas.
Me porto con mesura y en sosiego,
como un niño recién amamantado;
¡soy como un niño recién amamantado,
que está en brazos de su madre!

Israel, ¡confía en el Señor
desde ahora y para siempre!

11 Al Señor le repugnan las pesas falsas,
pero le agradan las pesas cabales.
Con la soberbia llega también la deshonra,
pero la sabiduría acompaña a los humildes.
La integridad guía a los hombres rectos
pero la perversidad destruye a los pecadores.
De nada sirven las riquezas en el día de la ira,
pero la justicia te librará de la muerte.
La justicia corrige el rumbo del hombre cabal,
pero el impío tropieza por su maldad.
La justicia de los rectos los pone a salvo,
pero a los pecadores los atrapa su pecado.
Con el malvado muere su esperanza;
muere la expectación de los malvados.
El justo se libra de la tribulación,
y su lugar lo ocupa el impío.
El impío daña a su prójimo con sus labios,
pero a los justos los salva la sabiduría.
10 Si a los justos les va bien, la ciudad se alegra;
también hay fiesta cuando los impíos perecen.
11 La bendición de los justos enaltece a la ciudad;
la boca de los impíos la trastorna.
12 El falto de cordura menosprecia a su prójimo;
el hombre prudente sabe guardar silencio.
13 Quien es chismoso da a conocer el secreto;
quien es ecuánime es también reservado.
14 Cuando no hay buen guía, la gente tropieza;
La seguridad depende de los muchos consejeros.
15 Avala a un extraño y vivirás angustiado;
evita dar fianzas y vivirás tranquilo.
16 La mujer agraciada acrecienta su honra;
la gente violenta acrecienta sus riquezas.
17 El hombre de bien se hace bien a sí mismo;
el hombre cruel a sí mismo se hace daño.
18 Las obras del malvado no tienen sustento;
sembrar la justicia tiene un premio seguro.
19 La justicia conduce a la vida,
y seguir el mal conduce a la muerte.
20 El Señor detesta al corazón perverso,
pero ama a los que van por el camino recto.
21 Tarde o temprano, el malvado será castigado,
pero los justos y los suyos saldrán bien librados.
22 La mujer bella pero fatua
es como argolla de oro en hocico de cerdo.
23 Los justos sólo abrigan buenos deseos;
la esperanza de los impíos es el enojo.
24 A quienes reparten, más se les da;
los tacaños acaban en la pobreza.
25 El que es magnánimo, prospera;
el que sacia a otros, será saciado.
26 Al que acapara el trigo, el pueblo lo maldice,
pero bendice al que lo vende.
27 El que procura el bien, es bien favorecido;
al que procura el mal, el mal le sobreviene.
28 El que confía en sus riquezas, fracasa;
los justos, en cambio, reverdecen como ramas.
29 El que trastorna su casa hereda el viento;
el necio acaba siendo esclavo del sabio.
30 El fruto del justo es árbol de vida;
el que arrebata la vida no es sabio.
31 El justo recibe su recompensa en la tierra,
¡y también el impío y el pecador!(A)