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El malvado, en su soberbia, de nada se preocupa:
“No hay Dios”; esto es todo lo que piensa.
Sus caminos siempre prosperan,
tus mandatos están lejos de él,
a todos sus enemigos desprecia.
Él piensa: “Nadie me hará caer;
seré feliz, no me alcanzará la desgracia”.

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