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Escucha, oh Dios, mi amargo clamor,
guarda mi vida del terror del enemigo;
protégeme de la conjura de los malvados,
de la conspiración de los malhechores.
Ellos afilan su lengua como espada,
lanzan como flechas palabras envenenadas;

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Escóndeme del consejo secreto de los malignos,

De la conspiración de los que hacen iniquidad,

Que afilan como espada su lengua;

Lanzan cual saeta suya, palabra amarga,

Para asaetear a escondidas al íntegro;

De repente lo asaetean, y no temen.

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