Salmos 38
Reina-Valera 1995
Oración de un penitente
Salmo de David, para recordar
38 Jehová, no me reprendas en tu furor
ni me castigues en tu ira.
2 Tus saetas cayeron sobre mí,
y sobre mí ha descendido tu mano.
3 Nada hay sano en mi carne a causa de tu ira;
ni hay paz en mis huesos a causa de mi pecado,
4 porque mis maldades se acumulan sobre mi cabeza;
como carga pesada me abruman.
5 Hieden y supuran mis llagas
a causa de mi locura.
6 Estoy encorvado, humillado en gran manera,
ando enlutado todo el día,
7 porque mis lomos están llenos de ardor;
nada hay sano en mi carne.
8 Estoy debilitado y molido en gran manera;
¡gimo a causa de la conmoción de mi corazón!
9 Señor, delante de ti están todos mis deseos
y mi suspiro no te es oculto.
10 Mi corazón está acongojado, me ha dejado mi vigor,
y aun la luz de mis ojos me falta ya.
11 Mis amigos y mis compañeros se mantienen lejos de mi plaga,
y mis cercanos se han alejado.
12 Los que buscan mi vida arman lazos,
y los que procuran mi mal me amenazan
y traman engaños todo el día.
13 Pero yo, como si fuera sordo, no oigo,
y soy como un mudo que no abre la boca.
14 Soy, pues, como un hombre que no oye
y en cuya boca no hay reprensiones.
15 Porque en ti, Jehová, he esperado,
tú responderás, Jehová, Dios mío.
16 Dije: «No se alegren de mí;
cuando mi pie resbale, no se engrandezcan sobre mí.»
17 ¡Pero yo estoy a punto de caer
y mi dolor está delante de mí continuamente!
18 Por tanto, confesaré mi maldad
y me entristeceré por mi pecado.
19 Mis enemigos están vivos y fuertes,
y se han aumentado los que me aborrecen sin causa.
20 Los que pagan mal por bien
me son contrarios, por seguir yo lo bueno.
21 No me desampares, Jehová;
Dios mío, no te alejes de mí.
22 ¡Apresúrate a ayudarme,
Señor, salvación mía!
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