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Cántico para los peregrinos que suben a Jerusalén. Salmo de Salomón.

127 Si el Señor no construye la casa,
    el trabajo de los constructores es una pérdida de tiempo.
Si el Señor no protege la ciudad,
    protegerla con guardias no sirve para nada.
Es inútil que te esfuerces tanto,
    desde temprano en la mañana hasta tarde en la noche,
y te preocupes por conseguir alimento;
    porque Dios da descanso a sus amados.

Los hijos son un regalo del Señor;
    son una recompensa de su parte.
Los hijos que le nacen a un hombre joven
    son como flechas en manos de un guerrero.
¡Qué feliz es el hombre que tiene su aljaba llena de ellos!
    No pasará vergüenza cuando enfrente a sus acusadores en las puertas de la ciudad.

Cántico para los peregrinos que suben a Jerusalén.

128 ¡Qué feliz es el que teme al Señor,
    todo el que sigue sus caminos!
Gozarás del fruto de tu trabajo;
    ¡qué feliz y próspero serás!
Tu esposa será como una vid fructífera,
    floreciente en el hogar.
Tus hijos serán como vigorosos retoños de olivo
    alrededor de tu mesa.
Esa es la bendición del Señor
    para los que le temen.

Que el Señor te bendiga continuamente desde Sion;
    que veas prosperar a Jerusalén durante toda tu vida.
Que vivas para disfrutar de tus nietos.
    ¡Que Israel tenga paz!

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