95 ¡Vengan, cantemos con júbilo al Señor;
    aclamemos alegres a la Roca de nuestra salvación!
Lleguemos ante él con acción de gracias;
    aclamémoslo con cánticos.

Porque el Señor es el gran Dios,
    el gran Rey sobre todos los dioses.
En sus manos están los abismos de la tierra;
    suyas son las cumbres de los montes.
Suyo es el mar, porque él lo hizo;
    con sus manos formó la tierra seca.

¡Vengan, postrémonos reverentes!
    Doblemos la rodilla ante el Señor nuestro Hacedor!
Porque él es nuestro Dios
    y nosotros somos el pueblo de su prado;
    somos un rebaño bajo su cuidado.

Si ustedes oyen hoy su voz,
    no endurezcan sus corazones,[a] como en Meribá,[b]
    como aquel día en Masá,[c] en el desierto,
cuando sus antepasados me tentaron,
    cuando me pusieron a prueba, a pesar de haber visto mis obras.
10 Cuarenta años estuve enojado con aquella generación
    y dije: «Son un pueblo que siempre se aleja de mí,
    que no reconoce mis caminos».
11 Así que, en mi enojo, hice este juramento:
    «Jamás entrarán en mi reposo».

Footnotes

  1. 95:8 corazones. En la Biblia, corazón se usa para designar el asiento de las emociones, pensamientos y voluntad, es decir, el proceso de toma de decisiones del ser humano.
  2. 95:8 En hebreo, Meribá significa altercado.
  3. 95:8 En hebreo, Masá significa prueba o provocación.

Salmo de Asaf.

79 Oh Dios, los pueblos paganos han invadido tu herencia;
    han profanado tu santo Templo,
    han dejado en ruinas a Jerusalén.
Han entregado los cadáveres de tus siervos
    como alimento de las aves del cielo;
han destinado los cuerpos de tus fieles
    para comida de los animales salvajes.
Por toda Jerusalén han derramado su sangre,
    como si derramaran agua,
    y no hay quien entierre a los muertos.
Hemos quedado en ridículo ante nuestros vecinos;
    somos la burla y el escarnio de los que nos rodean.

¿Hasta cuándo, Señor?
    ¿Vas a estar enojado para siempre?
    ¿Arderá tu celo como el fuego?
¡Descarga tu ira sobre las naciones que no te reconocen,
    sobre los reinos que no invocan tu nombre!
Porque a Jacob se lo han devorado
    y al país lo han dejado en ruinas.

No tomes en cuenta los pecados de nuestros antepasados;
    ¡venga pronto tu misericordia a nuestro encuentro,
    porque estamos totalmente abatidos!
Oh Dios y Salvador nuestro,
    por la gloria de tu nombre, ayúdanos;
    por la gloria de tu nombre, líbranos y perdona nuestros pecados.
10 ¿Por qué van a decir las naciones:
    «Dónde está su Dios»?

Permítenos ver y muéstrales a los pueblos paganos
    cómo tomas venganza de la sangre de tus siervos.
11 Que lleguen a tu presencia los quejidos de los cautivos,
    y por la fuerza de tu brazo salva a los condenados a muerte.
12 Señor, haz que reciban nuestros vecinos,
    siete veces y en carne propia,
    la burla con que ellos te insultaron.
13 Y nosotros, tu pueblo y ovejas de tu prado,
    te alabaremos por siempre;
de generación en generación
    cantaremos tus alabanzas.

Los hermanos de José van a Egipto

42 Cuando Jacob se enteró de que había alimento en Egipto, dijo a sus hijos: «¿Qué hacen ahí parados mirándose unos a otros? He sabido que hay alimento en Egipto. Desciendan allá y compren comida para nosotros, para que no muramos, sino que podamos sobrevivir».

Diez de los hermanos de José fueron a Egipto a comprar alimento. Pero Jacob no dejó que Benjamín, el hermano de José, se fuera con ellos porque pensó que podría sucederle alguna desgracia. Fue así como los hijos de Israel fueron a comprar alimento, al igual que otros, porque el hambre se había apoderado de Canaán.

José era el gobernador del país y el que vendía trigo a todo el mundo. Cuando sus hermanos llegaron, se postraron rostro en tierra ante él. En cuanto José vio a sus hermanos, los reconoció; pero fingiendo no conocerlos, les habló con rudeza:

—Y ustedes, ¿de dónde vienen?

—Venimos de Canaán, para comprar alimento —contestaron.

Aunque José los había reconocido, sus hermanos no lo reconocieron a él. En ese momento se acordó José de los sueños que había tenido acerca de ellos y dijo:

—¡De seguro ustedes son espías y han venido para investigar las zonas desprotegidas del país!

10 —¡No, señor! —respondieron—. Sus siervos hemos venido a comprar alimento. 11 Todos nosotros somos hijos de un mismo padre; además somos gente honrada. ¡Sus siervos no somos espías!

12 —¡No es verdad! —insistió José—. Ustedes han venido para investigar las zonas desprotegidas del país.

13 Pero ellos volvieron a responder:

—Nosotros, sus siervos, éramos doce hermanos, todos hijos de un mismo padre que vive en Canaán. El menor se ha quedado con nuestro padre y el otro ya no vive.

14 Pero José los increpó una vez más:

—Es tal como les he dicho. ¡Ustedes son espías! 15 Y con esto lo vamos a comprobar: Les juro por la vida del faraón que de aquí no saldrán con vida a menos que traigan a su hermano menor. 16 Manden a uno de ustedes a buscar a su hermano; los demás se quedarán en la cárcel. Así sabremos si es verdad lo que dicen. Y si no es así, ¡por la vida del faraón, ustedes son espías!

17 José los encerró en la cárcel durante tres días. 18 Al tercer día les dijo:

—Yo soy un hombre temeroso de Dios. Hagan lo siguiente y salvarán su vida. 19 Si en verdad son honrados, quédese uno de ustedes bajo custodia, y vayan los demás y lleven alimento para calmar el hambre de sus familias. 20 Pero tráiganme a su hermano menor y pruébenme que dicen la verdad. Así no morirán. Ellos aceptaron la propuesta, 21 pero se decían unos a otros:

—Sin duda estamos sufriendo las consecuencias de lo que hicimos con nuestro hermano. Aunque vimos su angustia cuando nos suplicaba que le tuviéramos compasión, no le hicimos caso. Por eso ahora nos vemos en aprietos.

22 Entonces habló Rubén:

—Yo les advertí que no le hicieran daño al muchacho, pero no me hicieron caso. ¡Ahora tenemos que pagar el precio de su sangre!

23 Como José les hablaba por medio de un intérprete, ellos no sabían que él entendía todo lo que estaban diciendo.

24 José se apartó de ellos y se echó a llorar. Luego volvió y habló con ellos, apartó a Simeón y ordenó que lo ataran en presencia de ellos.

25 José dio también la orden de que llenaran de grano sus costales, que repusieran en cada una de sus bolsas el dinero que habían pagado y que les dieran provisiones para el viaje. Y así se hizo. 26 Entonces ellos cargaron el alimento sobre sus asnos y emprendieron el viaje de vuelta.

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29 Al llegar a Canaán, donde estaba su padre Jacob, le contaron todo lo que había sucedido:

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35 Cuando comenzaron a vaciar sus costales, se encontraron con que la bolsa de dinero de cada uno estaba allí. Esto hizo que ellos y su padre se llenaran de temor. 36 Entonces Jacob, su padre, dijo:

—¡Ustedes me van a dejar sin hijos! José ya no está con nosotros, Simeón tampoco está aquí, ¡y ahora se quieren llevar a Benjamín! ¡Todo esto me perjudica!

37 Pero Rubén dijo a su padre:

—Yo me hago cargo de Benjamín. Si no te lo devuelvo, podrás matar a mis dos hijos.

38 —¡Mi hijo no se irá con ustedes! —respondió Jacob—. Su hermano José ya está muerto y ahora solo él me queda. Si le llega a pasar una desgracia en el viaje que van a emprender, ustedes tendrán la culpa de que este pobre viejo se muera[a] de tristeza.

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Footnotes

  1. 42:38 muera. Lit. descienda al Seol.

La Cena del Señor(A)

17 Al darles las siguientes instrucciones, no puedo elogiarlos, ya que sus reuniones traen más perjuicio que beneficio.

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