Tú, Soberano Señor, has sido mi esperanza;
    en ti he confiado desde mi juventud.
Desde el vientre de mi madre dependo de ti;
    desde el seno materno me has sostenido.
    ¡Por siempre te alabaré!
Para muchos, soy motivo de asombro,
    pero tú eres mi refugio inconmovible.
Mi boca rebosa de tu alabanza
    y todo el día proclama tu grandeza.

No me rechaces cuando llegue a viejo;
    no me abandones cuando me falten las fuerzas.
10 Porque mis enemigos murmuran contra mí;
    los que me acechan se confabulan.
11 Y dicen: «¡Dios lo ha abandonado!
    ¡Persíganlo y aprésenlo,
    pues no hay quien lo libere!».
12 Dios mío, no te alejes de mí;
    Dios mío, ven pronto a socorrerme.
13 Que perezcan humillados mis acusadores;
    que se cubran de deshonra y de vergüenza
    los que buscan mi ruina.

14 Pero yo siempre tendré esperanza
    y más y más te alabaré.

15 Todo el día proclamará mi boca
    tu justicia y tu salvación,
    aunque es algo que no alcanzo a descifrar.
16 Mi Señor y Dios, relataré tus obras poderosas
    y haré memoria de tu justicia,
    de tu justicia solamente.
17 Tú, oh Dios, me enseñaste desde mi juventud
    y aún hoy anuncio todos tus prodigios.
18 Aun cuando sea yo anciano y peine canas,
    no me abandones, oh Dios,
hasta que anuncie tu poder a la generación venidera,
    y dé a conocer tus proezas a los que aún no han nacido.

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