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El pueblo de Dios en el desierto

20 Dios nuestro,
también es verdad
que tú castigaste a tu pueblo.
Por eso, muchos murieron en el desierto,
pero tu enojo pronto se calmó.
21 Llamaste entonces a un hombre bueno,
al sacerdote Aarón.

Él salió en defensa de tu pueblo,
quemó incienso, hizo oración
y te pidió que perdonaras a todos.
De esa manera calmó tu enojo
y demostró ser un auténtico sacerdote.
22 Logró calmar tu enojo, no con las armas
ni con su fuerza física,
sino por medio de la oración.
Aarón te recordó las promesas
que habías hecho a nuestros antepasados,
cuando hiciste pacto con ellos.

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