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11 Señores y esclavos sufrieron igual castigo;
el hombre del pueblo corrió igual suerte que el rey.
12 Todos por igual tuvieron innumerables muertos,
que de igual forma perecieron.
Los vivos no se daban abasto para enterrarlos,
pues en un instante pereció lo mejor de su nación.
13 Así ellos, que confiados en su magia
no habían creído en ninguna de las advertencias,
reconocieron, al ver muertos a sus hijos mayores,
que nuestro pueblo era hijo de Dios.

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