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10 Tus hijos no fueron vencidos
por las serpientes venenosas,
porque tu bondad los protegió y los salvó.
11 Si eran mordidos, se sanaban enseguida,
para que se acordaran de tus palabras
y no se olvidaran de tus beneficios.
12 No los salvó una hierba
ni ningún otro remedio;
los salvó el poder de tu palabra.

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