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Conocerte a ti es rectitud perfecta,
y reconocer tu poder es la raíz de la inmortalidad.
Pues no nos hemos dejado engañar
por esos ídolos inventados por la habilidad perversa de los hombres
y por el infructuoso trabajo de los pintores,
cuya vista despierta pasiones en los hombres sin razón
que se entusiasman con la imagen sin vida de un ídolo muerto.

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