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14 Otro hombre, que está a punto de embarcarse
para cruzar las enfurecidas olas,
ora ante un palo, más frágil que la embarcación que lo transporta.
El deseo de ganancia ideó la embarcación,
y la habilidad técnica la construyó,
pero es tu providencia, Padre, quien la guía,
pues tú trazaste un camino en el mar
y un sendero seguro entre las olas,
demostrando así que puedes salvar de cualquier peligro,
para que aun el más inexperto pueda embarcarse.
No quieres que sea inútil lo hecho con tu sabiduría;
por eso, los hombres confían su vida a un débil barco de madera,
en el que cruzan las olas
y llegan a tierra sanos y salvos.
Así también, al comienzo,
cuando murieron los orgullosos gigantes,
la esperanza del mundo se refugió en una balsa
que, conducida por tu mano, dejó al mundo
la semilla de una nueva humanidad.
¡Bendita la madera que se usa rectamente!
¡Maldita la madera de la que se hace un ídolo!
¡Maldito el ídolo y el que lo hace:
éste, por haberlo fabricado,
y aquél, porque siendo cosa que se pudre fue llamado dios!
Dios aborrece tanto al malo como al mal que hace;
10 y, tanto la obra como el que la hace, serán castigados.
11 Por eso, Dios destruirá también a los ídolos de los paganos,
porque, aunque eran cosas creadas por Dios,
fueron convertidas en cosas detestables,
un peligro para la vida de los hombres
y una trampa para los pies de los incautos.

Origen del culto a los ídolos

12 De la invención de los ídolos se siguió la inmoralidad;
fue algo que destruyó la vida.
13 Los ídolos no existían desde el principio,
ni existirán siempre.
14 Vinieron al mundo por la superstición de los hombres,
y por eso Dios ha decretado que pronto desaparezcan.

15 Un padre, desconsolado por la muerte temprana de su hijo,
que le fue arrebatado bruscamente,
hace una imagen de él,
y al que antes era un simple hombre muerto,
lo venera luego como a un dios,
y establece, para sus familiares, ritos y ceremonias.
16 Más tarde, con el tiempo, esta impía costumbre se arraiga
y se observa como ley.

17 De igual manera, por orden de los gobernantes
se da culto a sus estatuas.
Como la gente que vivía lejos
no podía rendirles honores personalmente,
hicieron algo que tuviera algún parecido
y reprodujera visiblemente
la imagen del rey que querían honrar,
deseosos de adularlo, estando ausente,
como si estuviera presente.
18 Luego, la ambición del artista fomentó,
en los que no conocían al rey,
el deseo de venerarlo,
19 pues, deseando sin duda agradar al gobernante,
exageró con arte la belleza de la imagen.
20 Así la gente, atraída por el encanto de la obra,
consideró como objeto de adoración
al que poco antes honraba sólo como a hombre.
21 Esto se convirtió en una trampa para los hombres,
porque ellos, esclavos de la desgracia o de la tiranía,
dieron a la piedra y al palo
el nombre que sólo pertenece a Dios.

Consecuencia del culto a los ídolos

22 Pero, no contentos con su error de no conocer a Dios,
viven los hombres en una espantosa guerra
causada por la ignorancia,
¡y a tan terribles males llaman paz!
23 Practican ritos en los que matan a niños,
celebran cultos misteriosos
o realizan locas fiestas de extrañas ceremonias;
24 no respetan ni la vida ni el matrimonio,
sino que un hombre mata a otro a traición
o lo hace sufrir cometiendo adulterio con su esposa.
25 Todo es confusión, muerte, asesinato, robo, engaño,
sobornos, infidelidad, desorden, juramentos falsos,
26 confusión de los valores, ingratitud,
corrupción de las almas, perversión sexual,
destrucción del matrimonio, adulterio e inmoralidad.
27 El culto a ídolos que no son nada
es principio, causa y fin de todo mal:
28 los que los adoran celebran fiestas en que se pierde el juicio,
o pronuncian falsas profecías, o viven en la injusticia,
o juran en falso con facilidad.
29 Como ponen su confianza en ídolos sin vida,
piensan que el jurar en falso no les traerá ningún mal.
30 Pero serán condenados por dos razones:
por tener una falsa idea de Dios, dando culto a los ídolos,
y por jurar contra la verdad y la justicia,
despreciando cuanto hay de más sagrado.
31 No es que los ídolos, por quienes juran, tengan poder alguno,
sino que el castigo reservado a los pecadores
cae siempre sobre los que cometen actos malos.