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Pero eres tú,
Dios y Padre nuestro,
el que guías ese barco;
¡eres tú quien le marca el rumbo
sobre las olas del mar!

Así demuestras
que tú eres el único que salva del peligro.
Para guiar un barco
no hace falta mucha experiencia,
pues eres tú quien lo guía.

En todo has puesto
las huellas de tu sabiduría:
por eso la gente se atreve a viajar
en un frágil barco de madera
y cruza el mar sana y salva.

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