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Los enemigos no hallaron en el río agua inagotable,
sino agua turbia, llena de sangre y lodo,
en castigo por su orden de matar a los niños.
A tu pueblo, en cambio, sin que lo esperara,
le diste agua en abundancia.
Así, haciendo que entonces pasara sed,
le mostraste cómo habías castigado a sus enemigos.

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