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En efecto, el espíritu del Señor llena la tierra,
da consistencia al universo
y conoce lo que dice el hombre.
Por eso, quien dice cosas malas no puede esconderse,
ni podrá escapar del juicio y de la acusación de Dios.
Los pensamientos del malo serán investigados,
y, como prueba de sus malas acciones,
llegará hasta el Señor el informe de lo que haya dicho.

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