Rut 1-2
Reina Valera Contemporánea
Rut y Noemí
1 En los días en que los jueces gobernaban en Israel, hubo mucha hambre en la tierra, y un hombre de Belén de Judá emigró a los campos de Moab, junto con su mujer y sus dos hijos. 2 Ese hombre se llamaba Elimelec, y su mujer, Noemí; sus hijos se llamaban Majlón y Quelión, y habían nacido en Efrata, de Belén de Judá. Cuando llegaron a los campos de Moab, se quedaron a vivir allí.
3 Pero murió Elimelec, marido de Noemí, y ella se quedó sola con sus dos hijos. 4 Más tarde, ellos se casaron con unas moabitas, una de las cuales se llamaba Orfa, y la otra Rut, y se quedaron a vivir en Moab durante unos diez años. 5 Pero también murieron Majlón y Quelión, y Noemí se quedó desamparada, sin marido ni hijos.
6 Cuando Noemí se enteró de que el Señor había bendecido a su pueblo y que el hambre había terminado, decidió abandonar Moab junto con sus nueras. 7 Las tres mujeres salieron de donde habían vivido, y emprendieron el camino de vuelta a la tierra de Judá. 8 Pero Noemí les dijo a sus dos nueras:
«Es mejor que regresen a la casa de su madre. Que el Señor las trate con misericordia, tal y como ustedes nos trataron a mis hijos y a mí. 9 Que el Señor les conceda hallar reposo, cada una en casa de su propio marido.»
Luego las despidió con un beso, pero ellas se pusieron a llorar a voz en cuello 10 y le dijeron:
«Las dos nos queremos ir contigo a tu pueblo.»
11 Pero Noemí respondió:
«Regresen a su pueblo, hijas mías. No tiene caso que vengan conmigo, pues ya no tengo más hijos que puedan ser sus maridos. 12 ¡Váyanse, hijas mías! Yo ya estoy vieja para tener marido. Y aun cuando abrigara esa esperanza, y esta noche estuviera con un hombre y volviera a tener hijos, 13 ¿habrían de quedarse ustedes sin casar, por causa de ellos? ¡No, hijas mías! Mi amargura es mayor que la de ustedes, porque el Señor se ha puesto en mi contra.»
14 Pero ellas seguían llorando a voz en cuello. Y Orfa se despidió de su suegra con un beso, pero Rut se quedó con ella. 15 Entonces Noemí dijo:
«Mira a tu cuñada. Ya regresa a su pueblo, con sus dioses. ¡Regrésate también tú!»
16 Pero Rut le respondió:
«¡No me pidas que te deje y me aparte de ti!
A dondequiera que tú vayas, iré yo;
dondequiera que tú vivas, viviré.
Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios será mi Dios.
17 Donde tú mueras, moriré yo,
y allí quiero que me sepulten.
Que el Señor me castigue, y más aún,
si acaso llego a dejarte sola.
¡Sólo la muerte nos podrá separar!»
18 Y como Noemí vio que Rut estaba resuelta a ir con ella, no dijo más. 19 Y así, las dos siguieron caminando juntas hasta llegar a Belén. Y en cuanto entraron a la ciudad, hubo gran agitación entre toda la gente por causa de ellas, pues decían:
«¿Qué, no es ésta Noemí?»
20 Pero ella les respondió:
«Ya no me llamen Noemí.[a] Llámenme Mara.[b] Ciertamente, grande es la amargura que me ha hecho vivir el Todopoderoso. 21 Yo salí de aquí con las manos llenas, pero él me ha hecho volver con las manos vacías. ¿Por qué llamarme Noemí, si el Señor se ha puesto en mi contra, y mis aflicciones vienen del Todopoderoso?»
22 Fue así como Noemí volvió de Moab, acompañada de Rut, su nuera moabita. Llegaron a Belén cuando comenzaba la cosecha de la cebada.
Rut recoge espigas en el campo de Booz
2 Noemí tenía, por parte de su marido, un pariente que se llamaba Booz. Era un hombre muy rico, de la familia de Elimelec. 2 Un día, Rut le dijo a Noemí:
«Por favor, déjame ir al campo, a recoger espigas.(A) Iré detrás de quien bondadosamente me deje recogerlas.»
Y Noemí le respondió:
«Ve, hija mía.»
3 Rut fue al campo y recogió espigas siguiendo a los segadores. Y resultó que aquella parte del campo era de Booz, el familiar de Elimelec. 4 De pronto, Booz llegó de Belén y saludó a los segadores. Les dijo:
«Que el Señor esté con ustedes.»
Y ellos le respondieron:
«Que el Señor te bendiga.»
5 Luego, Booz le preguntó al mayordomo de sus segadores:
«¿De quién es esa joven?»
6 Y el mayordomo le respondió:
«Es la moabita que volvió con Noemí de los campos de Moab. 7 Nos pidió que la dejáramos ir tras los segadores y recoger lo que se va dejando entre las gavillas. Y desde esta mañana que entró en el campo, no ha descansado ni siquiera un momento.»
8 Entonces Booz le dijo a Rut:
«Escucha, hija mía; no te vayas de aquí, ni vayas a espigar a otro campo. Quédate aquí, con mis criadas. 9 Fíjate en qué campo van a segar, y síguelas. Ya he dado órdenes a mis criados de que no te molesten. Cuando tengas sed, ve adonde están las vasijas, y bebe del agua que saquen los criados.»
10 Rut se inclinó hasta el suelo en señal de respeto, y le preguntó:
«¿Cómo es qué me tratas con tanta bondad e interés, si yo soy una extranjera?»
11 Y Booz le respondió:
«Ya sé todo lo que has hecho en favor de tu suegra, después de que murió tu marido. Sé también que dejaste a tu padre y a tu madre, y la tierra donde naciste, para venir a un pueblo para ti desconocido. 12 ¡Que el Señor te recompense por lo que has hecho! ¡Que el Señor, bajo cuyas alas has buscado refugio, te premie por esta acción tuya!»
13 Rut le dijo:
«Señor mío, espero ser digna de tu bondad. Tus palabras me infunden consuelo, pues me hablas con el corazón, aun cuando no puedo compararme a una sola de tus criadas.»
14 A la hora de comer, Booz le dijo:
«Acércate. Toma un poco de pan, y mójalo en la salsa de vinagre, y come.»
Rut se sentó junto a los segadores, y Booz compartió con ella lo que estaba comiendo, y ella comió hasta saciarse, y aun le sobró. 15 Luego se levantó para seguir espigando. Mientras tanto, Booz les dijo a sus criados:
«Déjenla recoger espigas también de entre las gavillas, y no la incomoden. 16 Y dejen caer algo de los manojos, para que ella lo recoja, y no le digan nada en contra.»
17 Y así, Rut recogió espigas en el campo hasta el anochecer, y de todo lo que había recogido desgranó como veinte litros de cebada, 18 y lo guardó y regresó a la ciudad. Al llegar, sacó también lo que le había sobrado después de comer, y se lo dio a su suegra. Y al ver Noemí todo lo que había recogido. 19 Le preguntó:
«¿Dónde recogiste espigas hoy? ¿Dónde estuviste trabajando? ¡Bendito sea el que te ha tratado con tanta bondad!»
Rut le contó a su suegra que había estado trabajando en el campo de un hombre llamado Booz. 20 Entonces Noemí le dijo:
«¡Que el Señor lo bendiga! El Señor no nos ha retirado la bondad que mostró hacia nuestros muertos.»
Luego añadió:
«Ese hombre es pariente nuestro. Es uno de los que pueden rescatarnos.»
21 Y la moabita Rut contestó:
«Ese hombre también me dijo: “Júntate con mis criadas, hasta que se acabe la cosecha.”»
22 Noemí le dijo a Rut, su nuera:
«Es mejor, hija mía, que espigues con sus criadas, y no que te molesten en otro campo.»
23 Y Rut se quedó espigando con las criadas de Booz, hasta que terminaron de segar el trigo y la cebada. Mientras tanto, siguió viviendo con su suegra.
Salmos 53
Reina Valera Contemporánea
Insensatez y maldad humana(A)
Al músico principal. Sobre Majalat. Masquil de David.
53 Dentro de sí dicen los necios:
«Dios no existe.»
Corrompidos están. Sus hechos son repugnantes.
No hay nadie que haga el bien.
2 Desde el cielo, Dios observa a la humanidad
para ver si hay alguien con sabiduría
que busque a Dios.
3 Pero todos se han desviado;
todos a una se han corrompido.
No hay nadie que haga el bien;
¡ni siquiera hay uno solo!(B)
4 ¿Acaso no piensan esos malhechores,
que devoran a mi pueblo como si fuera pan,
y jamás invocan a Dios?
5 Ellos se estremecerán de miedo
allí, donde no hay nada que temer.
Dios esparcirá los huesos de los que te asedian;
Dios los desechará y los dejará en vergüenza.
6 ¡Que venga de Sión la salvación de Israel!
Cuando Dios haga volver a su pueblo cautivo,
¡se alegrará Jacob, se regocijará Israel!
Salmos 61
Reina Valera Contemporánea
Confianza en la protección de Dios
Al músico principal. Sobre Neginot. Salmo de David.
61 Dios mío, ¡escucha mi clamor!
¡Atiende mi oración!
2 ¡Clamo a ti desde los confines de la tierra,
pues ya mi corazón desfallece!
Llévame a una roca más alta que yo,
3 porque tú eres mi refugio,
¡eres fuerte torre que me protege del enemigo!
4 Yo habitaré en tu templo para siempre;
bajo la sombra de tus alas estaré seguro.
5 Tú, Dios mío, has escuchado mis votos,
y has dado a los que temen tu nombre
la tierra que les prometiste.
6 Al rey le has concedido más días de vida,
y vivirá sus años de una a otra generación.
7 Siempre reinará delante de ti, Dios nuestro,
protegido por tu misericordia y tu verdad.
8 Y yo, siempre cantaré salmos a tu nombre,
y todos los días te cumpliré mis votos.
2 Corintios 5
Reina Valera Contemporánea
5 Bien sabemos que si se deshace nuestra casa terrenal, es decir, esta tienda que es nuestro cuerpo, en los cielos tenemos de Dios un edificio, una casa eterna, la cual no fue hecha por manos humanas. 2 Y por esto también suspiramos y anhelamos ser revestidos de nuestra casa celestial; 3 ya que así se nos encontrará vestidos y no desnudos. 4 Los que estamos en esta tienda, que es nuestro cuerpo, gemimos con angustia; porque no quisiéramos ser desvestidos, sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida. 5 Pero Dios es quien nos hizo para este fin, y quien nos dio su Espíritu en garantía de lo que habremos de recibir.
6 Por eso vivimos siempre confiados, pues sabemos que mientras estemos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor 7 (porque vivimos por la fe, no por la vista). 8 Pero confiamos, y quisiéramos más bien ausentarnos del cuerpo y presentarnos ante el Señor. 9 Pero ya sea que estemos ausentes o presentes, siempre procuramos agradar a Dios. 10 Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo,(A) para que cada uno reciba según lo bueno o lo malo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo.
El ministerio de la reconciliación
11 Así que, puesto que conocemos el temor del Señor, procuramos convencer a todos. Para Dios es evidente lo que somos; y espero que también lo sea para la conciencia de ustedes. 12 No estamos recomendándonos otra vez a ustedes, sino que les damos la oportunidad de estar orgullosos de nosotros, para que tengan con qué responder a los que presumen de las apariencias y no de lo que hay en el corazón. 13 Si estamos locos, lo estamos para Dios; y si estamos cuerdos, lo estamos para ustedes. 14 El amor de Cristo nos lleva a actuar así, al pensar que si uno murió por todos, entonces todos murieron; 15 y él murió por todos, para que los que viven ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.
16 Así que, de aquí en adelante, nosotros ya no conocemos a nadie desde el punto de vista humano; y aun si a Cristo lo conocimos desde el punto de vista humano, ya no lo conocemos así. 17 De modo que si alguno está en Cristo, ya es una nueva creación; atrás ha quedado lo viejo: ¡ahora ya todo es nuevo! 18 Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo a través de Cristo y nos dio el ministerio de la reconciliación. 19 Esto quiere decir que, en Cristo, Dios estaba reconciliando al mundo consigo mismo, sin tomarles en cuenta sus pecados, y que a nosotros nos encargó el mensaje de la reconciliación. 20 Así que somos embajadores en nombre de Cristo, y como si Dios les rogara a ustedes por medio de nosotros, en nombre de Cristo les rogamos: «Reconcíliense con Dios». 21 Al que no cometió ningún pecado, por nosotros Dios lo hizo pecado, para que en él nosotros fuéramos hechos justicia de Dios.
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