Apocalipsis 8-9
Palabra de Dios para Todos
El séptimo sello
8 Cuando el Cordero rompió el séptimo sello, hubo silencio en el cielo durante casi media hora.
2 Luego vi a los siete ángeles de pie ante Dios y cada uno recibió una trompeta.
3 Llegó otro ángel y se puso de pie frente al altar. Tenía un recipiente de oro con mucho incienso para ofrecerlo junto con las oraciones de todo el pueblo de Dios[a]. Así que puso esta ofrenda sobre el altar de oro que estaba frente al trono. 4 El humo del incienso salió del recipiente que el ángel tenía en la mano y llegó ante Dios junto con las oraciones de su pueblo. 5 Luego, el ángel tomó el recipiente donde estaba el incienso, lo llenó con fuego del altar y lo arrojó sobre la tierra. Hubo truenos, ruidos, rayos y un terremoto.
Los siete ángeles tocan las trompetas
6 Luego los siete ángeles con las siete trompetas se prepararon para tocarlas.
7 El primer ángel tocó la trompeta, y cayeron sobre la tierra granizo y fuego mezclados con sangre. Se quemaron la tercera parte de la tierra, la tercera parte de los árboles y todo el pasto.
8 El segundo ángel tocó la trompeta, y cayó sobre el mar algo parecido a una gran montaña envuelta en llamas que hizo que la tercera parte del mar se convirtiera en sangre. 9 Murió la tercera parte de todos los seres del mar y fue destruida la tercera parte de todos los barcos.
10 El tercer ángel tocó la trompeta, y cayó del cielo una gran estrella encendida como una antorcha, sobre la tercera parte de los ríos y los manantiales. 11 La estrella se llamaba Ajenjo[b] y volvió amarga la tercera parte del agua de los ríos. Mucha gente murió por haber bebido de esa agua.
12 El cuarto ángel tocó la trompeta y la tercera parte del sol, la luna y las estrellas fueron golpeadas y se oscurecieron. Así, una tercera parte del día y de la noche quedaron sin luz.
13 Entonces, vi un águila volando alto y oí que decía con voz fuerte: «Desastres, desastres, desastres para los habitantes de la tierra. Comenzarán después de que los tres últimos ángeles toquen las trompetas».
9 El quinto ángel tocó la trompeta, y vi una estrella que cayó del cielo a la tierra. Esa estrella recibió la llave de la entrada al abismo[c] profundo. 2 Entonces, la estrella abrió la entrada y de allí salió humo como de un gran horno; y el humo oscureció el sol y el cielo. 3 Del humo bajaron langostas a la tierra, que recibieron un poder como el de los escorpiones. 4 Se les dijo que no dañaran el pasto, ni las plantas ni los árboles, sino a la gente que no tuviera la señal de Dios en su frente. 5 Pero no podían matar a la gente, sino torturarla durante cinco meses; el dolor que causaban era como el de la picadura de un escorpión. 6 Durante esos cinco meses, la gente buscará la muerte pero no la encontrará; deseará morir, pero la muerte se alejará de ellos.
7 Las langostas parecían caballos listos para la guerra. En la cabeza tenían algo parecido a una corona de oro, y su cara era como de ser humano. 8 Su crin era como el cabello de las mujeres, y sus dientes como los de los leones. 9 Tenían corazas como corazas de hierro, y sus alas sonaban como carros llevados por caballos que corren a la guerra. 10 Tenían colas con aguijones, parecidas a las de los escorpiones, en las que llevaban el poder de hacer sufrir a la gente durante cinco meses. 11 El rey de las langostas era el ángel del abismo. Su nombre en hebreo es Abadón[d] y en griego es Apolión[e].
12 El primer gran desastre ya pasó, pero aun faltan por venir dos más.
13 El sexto ángel tocó la trompeta y oí una voz que venía desde los cuatro cuernos del altar de oro que está ante Dios. 14 La voz le dijo al sexto ángel que tenía la trompeta: «Deja libres a los cuatro ángeles que están atados junto al gran río Éufrates». 15 Los cuatro ángeles habían sido preparados precisamente para ese año, mes, día y hora, entonces fueron liberados para que mataran a la tercera parte de la humanidad. 16 Oí el número total de sus tropas a caballo: eran 200 000 000.
17 En mi visión, vi los caballos y sus jinetes con armaduras rojas como el fuego, azules como el jacinto y amarillas como el azufre. La cabeza de los caballos parecía de león y de su boca salía fuego, humo y azufre. 18 La tercera parte de los seres humanos murió a causa de estas tres plagas que salían de la boca de los caballos. 19 El poder de los caballos estaba en su boca y en su cola, que era como una serpiente que hería con la cabeza.
20 El resto de los seres humanos no murió por estas plagas, pero ni aun así no sintieron remordimiento por sus pecados ni dejaron de hacer maldades ni de adorar a los demonios, ni a los ídolos que habían hecho de oro, plata, bronce, piedra y madera, los cuales no pueden ver ni oír ni caminar. 21 Tampoco dejaron de cometer asesinatos, ni se apartaron de la brujería, ni de sus pecados sexuales, ni de sus robos.
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