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Prosperidad del que teme al Señor

Aleluya.

112 Dichoso el hombre que honra al Señor
y se deleita obedeciendo sus mandatos.
Sus hijos tendrán poder en la tierra,
y serán bendecidos por su rectitud.
Su casa rebosará de bienestar y de riquezas,
y su justicia permanecerá para siempre.
Para los justos, la luz brilla en las tinieblas.
Dios es bueno, justo y compasivo.
El hombre bueno es compasivo y generoso;
todos sus negocios los maneja con justicia,
y por eso nunca tendrá tropiezos.
El hombre justo siempre será recordado;
vivirá sin temor a las malas noticias,
y su corazón estará firme y confiando en el Señor.
Su corazón estará tranquilo, sin ningún temor,
y llegará a ver la caída de sus enemigos.
El justo comparte con los pobres lo que tiene;
su justicia permanece para siempre,(A)
y con mucha honra puede ostentar su poder.
10 El malvado lo ve y se enoja;
rechinando los dientes, se irá consumiendo;
pero sus malos deseos no prosperarán.

La bondad de Dios por los desposeídos

Aleluya.

113 Ustedes, siervos del Señor, ¡alábenlo!
¡Alaben el nombre del Señor!
¡Bendito sea el nombre del Señor
desde ahora y para siempre!
¡Alabado sea el nombre del Señor
desde la salida del sol hasta su ocaso!
El Señor está por encima de todas las naciones;
¡su gloria sobrepasa las alturas de los cielos!

¿Quién como el Señor nuestro Dios?
El Señor tiene su trono en las alturas,
pero se digna inclinarse para ver
lo que ocurre en el cielo y en la tierra.
El Señor levanta de la nada al pobre,
y saca del muladar al pordiosero,
para darles a los dos un lugar entre los príncipes,
entre los gobernantes de su pueblo.
El Señor concede a la mujer estéril
un hogar y la alegría de tener hijos.

¡Aleluya!