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34 Dichoso el hombre que me escucha
y todo el tiempo se mantiene vigilante
a las puertas de mi casa.

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Inclinen su oído, y vengan a mí; escuchen y vivirán. Yo haré con ustedes un pacto eterno, que es el de mi invariable misericordia por David.(A)

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Advertencia a las mujeres de Jerusalén

¡Levántense, mujeres indolentes! ¡Escuchen mi voz y mis razones, mujeres confiadas!

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23 Presten atención, y escuchen mi voz; atiéndanme, y escuchen mis palabras.

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24 También les dijo: «Fíjense bien en lo que oyen, porque con la medida con que ustedes midan a otros, serán medidos,(A) y hasta más se les añadirá. 25 Porque al que tiene, se le dará; y al que no tiene, hasta lo poco que tiene se le arrebatará.»(B)

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18 Escúchenme bien: a todo el que tiene, se le dará; y al que no tiene, hasta lo que cree tener se le quitará.»(A)

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vuelve a determinarse un día, «Hoy», al decir después de tanto tiempo, por medio de David:

«Si ustedes oyen hoy su voz,
no endurezcan su corazón».(A)

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25 Tengan cuidado de no desechar al que habla. Si no escaparon los que desecharon al que los amonestaba en la tierra,(A) mucho menos escaparemos nosotros si desechamos al que amonesta desde los cielos.

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20 ¡Mira! Ya estoy a la puerta, y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, yo entraré en su casa, y cenaré con él, y él cenará conmigo.

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