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El crisol prueba la plata, y la hornaza el oro;
pero el que prueba los corazones
es el SEÑOR.
El malhechor está atento al labio inicuo, y el mentiroso escucha a la lengua destructora.
El que se mofa del pobre afrenta
a su Hacedor,
y el que se alegra por su calamidad no quedará impune.

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