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Los labios de la mujer ajena destilan miel;
su paladar es más suave que el aceite,
pero termina siendo amargo como el ajenjo,
y tajante como una espada de dos filos.
Sus pies descienden a la muerte;
sus pasos se dirigen al sepulcro.
No tomes en cuenta sus caminos inestables,
porque no conocerás el camino de la vida.

Hijos, escúchenme bien ahora:
No se aparten de las razones de mi boca.
Aleja a esa mujer de tu camino.
No te acerques a la puerta de su casa.
Así no entregarás tu vida y tu honor
a gente extraña y cruel.
10 Así gente extraña no se saciará con tu fuerza,
ni se quedarán tus trabajos en casa ajena.

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