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Todo cuanto nuestros enemigos pretendían era asustarnos, de modo que nos desanimáramos y no termináramos los trabajos. Así que oré al Señor, y le dije: «Dios mío, dame las fuerzas para continuar esta obra».

10 Dos días después fui a visitar a Semaías hijo de Delaías y nieto de Mehitabel, que se había encerrado en su casa. Cuando llegué, me dijo:

―Escondámonos en el templo, en el interior de la Casa de Dios, y cerremos bien las puertas, pues están planeando matarte esta noche.

11 Pero le contesté:

―¿Que yo, el gobernador, me ponga en fuga? Como no soy sacerdote no debo entrar en el santuario, ni siquiera para salvar la vida. ¡No, no lo haré!

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