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Cuando escuché sus quejas, me enojé mucho. Y después de pensarlo bien, reprendí a los jefes y a los gobernantes por tratar mal a sus propios compatriotas, y les mandé que se reunieran para hablar del asunto. Entonces les dije:

«Nosotros hemos estado haciendo todo lo posible por rescatar a nuestros compatriotas que fueron vendidos como esclavos a otras naciones. Ahora ustedes los están obligando a venderse de nuevo, y después nosotros tendremos que volver a rescatarlos».

Ellos no supieron qué responder, así que se quedaron en silencio.

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