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17 A mi mesa se sentaban ciento cincuenta judíos y oficiales, más otros que venían de las naciones vecinas. 18 Cada día se mataban un buey y seis ovejas engordadas; a mí me preparaban aves para comer, y cada diez días se servía vino en abundancia. Sin embargo, nunca exigí que eso se pagara con las contribuciones a que tenía derecho como gobernador, porque la pobreza del pueblo era extrema.

19 »Dios mío, ¡te ruego que no te olvides de mí, ni de todo lo que he hecho por este pueblo!

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