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y todos a una conspiraron para luchar contra Jerusalén y causarle el mayor daño posible. Así que oramos a nuestro Dios y establecimos contra ellos una guardia de día y de noche. Los de Judá decían:

— Empiezan a fallar las fuerzas de los acarreadores y el escombro es mucho. No podremos reconstruir la muralla.

Por su parte nuestros enemigos decían:

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