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y contesté al rey:

— Si le parece correcto a su majestad y aprecia a este su siervo, envíeme a Judá, a la ciudad donde están los sepulcros de mis antepasados, y la reedificaré.

El rey, a cuyo lado estaba sentada la reina, me preguntó:

— ¿Cuánto durará tu viaje y cuándo vas a regresar?

Le propuse un plazo que le pareció bien y me dejó partir. Dije, además, al rey:

— Si le place a su majestad, ordene que se me den cartas dirigidas a los gobernantes del otro lado del Éufrates para que me dejen franco el paso hasta Judá.

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