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Cuando oí esto me senté y lloré. Durante varios días ayuné y oré así al Dios del cielo:

«Señor, Dios del cielo, Dios grande y temible, que cumples las promesas y que amas y tienes misericordia de los que te aman y te obedecen, escucha mi oración. 6-7 Escucha lo que yo te digo. Mírame y ve que noche y día oro por el pueblo de Israel. Confieso que hemos pecado contra ti. Yo mismo y mi pueblo hemos pecado. No hemos obedecido los mandamientos, estatutos y preceptos que nos entregaste por medio de tu siervo Moisés.

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