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Y me dijeron: «El remanente, los que sobrevivieron a la cautividad(A) allá en la provincia, están en gran aflicción y oprobio(B), y la muralla de Jerusalén está derribada y sus puertas quemadas a fuego(C)».

Cuando oí estas palabras, me senté y lloré; hice duelo algunos días, y estuve ayunando y orando(D) delante del Dios del cielo(E). Y dije: «Te ruego, oh Señor, Dios del cielo, el grande y temible Dios, que guarda el pacto y la misericordia(F) para con aquellos que lo aman y guardan Sus mandamientos(G),

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