Nehemías 1-2
Nueva Versión Internacional
Nehemías ora por su pueblo
1 Estas son las palabras de Nehemías, hijo de Jacalías:
En el mes de quisleu del año veinte, estando yo en la ciudad de Susa, 2 llegó Jananí, uno de mis hermanos, junto con algunos hombres de Judá. Entonces pregunté por el resto de los judíos que se habían librado del destierro y por Jerusalén.
3 Ellos me respondieron: «Los que se libraron del destierro y se quedaron en la provincia están enfrentando una gran calamidad y humillación. La muralla de Jerusalén sigue derribada, con sus puertas consumidas por el fuego».
4 Al escuchar esto, me senté a llorar; hice duelo por algunos días, ayuné y oré al Dios del cielo. 5 Le dije:
«Señor, Dios del cielo, grande y temible, que cumples el pacto y eres fiel con los que te aman y obedecen tus mandamientos, 6 te suplico que me prestes atención, que fijes tus ojos en este siervo tuyo que día y noche ora en favor de tu pueblo Israel. Confieso que los israelitas, entre los cuales estamos incluidos mi familia y yo, hemos pecado contra ti. 7 Te hemos ofendido y nos hemos corrompido mucho; hemos desobedecido los mandamientos, estatutos y leyes que tú mismo diste a tu siervo Moisés.
8 »Recuerda, te suplico, lo que dijiste a tu siervo Moisés: “Si ustedes son infieles, yo los dispersaré entre las naciones; 9 pero si se vuelven a mí, obedecen y ponen en práctica mis mandamientos, aunque hayan sido llevados al lugar más apartado del mundo, los recogeré y los haré volver al lugar que escoja como residencia de mi Nombre”.
10 »Ellos son tus siervos y tu pueblo al cual redimiste con gran despliegue de fuerza y poder. 11 Señor, te suplico que escuches nuestra oración, pues somos tus siervos y nos complacemos en honrar tu nombre. Y te pido que a este siervo tuyo le concedas tener éxito y ganarse el favor de este hombre».
En aquel tiempo yo era copero del rey.
Nehemías vuelve a Jerusalén
2 Un día, en el mes de nisán del año veinte del reinado de Artajerjes, al ofrecerle vino al rey, como él nunca me había visto triste, 2 me preguntó:
—¿Por qué estás triste? No me parece que estés enfermo, así que debe haber algo que te está causando dolor.
Yo sentí mucho miedo 3 y respondí al rey:
—¡Que viva Su Majestad para siempre! ¿Cómo no he de estar triste si la ciudad donde están los sepulcros de mis antepasados se halla en ruinas, con sus puertas consumidas por el fuego?
4 —¿Qué quieres que haga? —preguntó el rey.
Así que oré al Dios del cielo 5 y respondí:
—Si a Su Majestad le parece bien y si este siervo suyo es digno de su favor, le ruego que me envíe a Judá para reedificar la ciudad donde están los sepulcros de mis antepasados.
6 —¿Cuánto durará tu viaje? ¿Cuándo regresarás? —me preguntó el rey, que tenía a la reina sentada a su lado.
En cuanto propuse un plazo, el rey aceptó enviarme. 7 Entonces añadí:
—Si al rey le parece bien, ruego a usted que envíe cartas a los gobernadores del oeste del río Éufrates para que me den vía libre y yo pueda llegar a Judá; 8 y, por favor, ordene a su guardabosques Asaf que me dé madera para reparar las puertas de la ciudad que están junto al Templo, la muralla de la ciudad y la casa donde he de vivir. El rey accedió a mi petición, porque Dios estaba actuando a mi favor. 9 Cuando me presenté ante los gobernadores del oeste del río Éufrates, entregué las cartas del rey. Además, el rey había ordenado que me escoltaran oficiales del ejército y de la caballería.
10 Pero al oír que alguien había llegado a ayudar a los israelitas, Sambalat el horonita y Tobías el siervo amonita se disgustaron mucho.
Nehemías inspecciona la muralla
11 Tres días después de haber llegado a Jerusalén, 12 salí de noche acompañado de algunos hombres, pero a ninguno de ellos le conté lo que mi Dios había puesto en mi corazón[a] hacer por Jerusalén. La única bestia que llevábamos era la que yo montaba.
13 Esa noche salí por la puerta del Valle hacia la fuente del Dragón y la puerta del Basurero. Inspeccioné las ruinas de la muralla de Jerusalén y sus puertas consumidas por el fuego. 14 Después me dirigí hacia la puerta de la Fuente y el estanque del Rey, pero no hallé por dónde pasar con mi cabalgadura. 15 Así que, siendo aún de noche, subí por el arroyo mientras inspeccionaba la muralla. Finalmente regresé y entré por la puerta del Valle.
16 Los oficiales no supieron a dónde fui ni qué hice, porque hasta entonces no había dicho nada a ningún judío: ni a los sacerdotes, ni a los nobles, ni a los gobernadores ni a los que estaban trabajando en la obra. 17 Por eso les dije:
—Ustedes son testigos de nuestra desgracia. Jerusalén está en ruinas y sus puertas han sido consumidas por el fuego. ¡Vamos, anímense! ¡Reconstruyamos la muralla de Jerusalén para que ya nadie se burle de nosotros!
18 Entonces les conté cómo la bondadosa mano de Dios había estado conmigo y relaté lo que el rey me había dicho. Al oír esto, exclamaron:
—¡Manos a la obra!
Y comenzaron la reconstrucción.
19 Cuando lo supieron, Sambalat el horonita, Tobías el oficial amonita y Guesén el árabe se burlaron de nosotros y nos preguntaron de manera despectiva:
—Pero ¿qué están haciendo? ¿Acaso pretenden rebelarse contra el rey?
20 Yo contesté:
—El Dios del cielo nos concederá salir adelante. Nosotros, sus siervos, vamos a comenzar la reconstrucción. Ustedes no tienen autoridad ni derecho, ni son parte de la historia de Jerusalén.
Footnotes
- 2:12 corazón. En la Biblia se usa para designar el asiento de las emociones, pensamientos y voluntad, es decir, el proceso de toma de decisiones del ser humano.
Salmos 133-134
Nueva Versión Internacional
Cántico de los peregrinos. De David.
133 ¡Cuán bueno y cuán agradable es
que los hermanos convivan en armonía!
2 Es como el buen aceite que, desde la cabeza,
va descendiendo por la barba,
por la barba de Aarón,
hasta el borde de sus vestiduras.
3 Es como el rocío de Hermón
que va descendiendo sobre los montes de Sión.
Ciertamente allí
el Señor envía su bendición, vida para siempre.
Cántico de los peregrinos.
134 Bendigan al Señor todos ustedes sus siervos,
que de noche permanecen en la casa del Señor.
2 Eleven sus manos hacia el santuario
y bendigan al Señor.
3 Que desde Sión te bendiga el Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
Lucas 22
Nueva Versión Internacional
Judas acuerda traicionar a Jesús(A)
22 Se aproximaba la fiesta de los Panes sin levadura, llamada la Pascua. 2 Los jefes de los sacerdotes y los maestros de la Ley buscaban algún modo de acabar con Jesús, porque temían al pueblo. 3 Entonces entró Satanás en Judas, uno de los doce, al que llamaban Iscariote. 4 Este fue a los jefes de los sacerdotes y a los capitanes del Templo para tratar con ellos cómo les entregaría a Jesús. 5 Ellos se alegraron y acordaron darle dinero. 6 Él aceptó y comenzó a buscar una oportunidad para entregarles a Jesús cuando no hubiera gente.
La última cena(B)(C)(D)(E)(F)
7 Cuando llegó el día de la fiesta de los Panes sin levadura, en que debía sacrificarse el cordero de la Pascua, 8 Jesús envió a Pedro y a Juan, diciéndoles:
—Vayan a hacer los preparativos para que comamos la Pascua.
9 —¿Dónde quieres que la preparemos? —le preguntaron.
10 —Miren —contestó él—, al entrar ustedes en la ciudad les saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo hasta la casa en que entre 11 y díganle al dueño de la casa: “El Maestro pregunta: ¿dónde está la sala en la que voy a comer la Pascua con mis discípulos?”. 12 Él les mostrará en la planta alta una sala amplia y amueblada. Preparen allí la cena.
13 Ellos se fueron y encontraron todo tal como les había dicho Jesús. Así que prepararon la Pascua.
14 Cuando llegó la hora, Jesús y sus apóstoles se sentaron a la mesa. 15 Entonces les dijo:
—He tenido muchísimos deseos de comer esta Pascua con ustedes antes de padecer, 16 pues les digo que no volveré a comerla hasta que tenga su pleno cumplimiento en el reino de Dios.
17 Luego tomó la copa, dio gracias y dijo:
—Tomen esto y repártanlo entre ustedes. 18 Les digo que no volveré a beber del fruto de la vid hasta que venga el reino de Dios.
19 También tomó pan y, después de dar gracias, lo partió, se lo dio a ellos y dijo:
—Esto es mi cuerpo, entregado por ustedes; hagan esto en memoria de mí.
20 De la misma manera, tomó la copa después de cenar y dijo:
—Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que es derramada por ustedes. 21 Pero sepan que la mano del que va a traicionarme está con la mía sobre la mesa. 22 El Hijo del hombre se irá según está determinado, pero ¡ay de aquel que lo traiciona!
23 Entonces comenzaron a preguntarse unos a otros quién de ellos haría esto.
24 Tuvieron además un altercado sobre cuál de ellos sería el más importante. 25 Jesús les dijo:
—Los reyes de las naciones oprimen a sus súbditos y los que ejercen autoridad sobre ellos se llaman a sí mismos benefactores. 26 No sea así entre ustedes. Al contrario, el mayor debe comportarse como el menor y el que manda como el que sirve. 27 Porque, ¿quién es más importante, el que está a la mesa o el que sirve? ¿No lo es el que está sentado a la mesa? Sin embargo, yo estoy entre ustedes como uno que sirve. 28 Ahora bien, ustedes son los que han estado siempre a mi lado en mis pruebas. 29 Por eso, yo mismo les concedo un reino, así como mi Padre me lo concedió a mí, 30 para que coman y beban a mi mesa en mi reino y se sienten en tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.
31 »Simón, Simón, mira que Satanás ha pedido zarandearlos a ustedes como si fueran trigo. 32 Pero yo he orado por ti, para que no falle tu fe. Y tú, cuando te hayas vuelto a mí, fortalece a tus hermanos.
33 —Señor —respondió Pedro—, estoy dispuesto a ir contigo tanto a la cárcel como a la muerte.
34 Pero él dijo:
—Pedro, te digo que hoy mismo, antes de que cante el gallo, tres veces negarás que me conoces.
35 Luego Jesús dijo a todos:
—Cuando los envié a ustedes sin monedero ni bolsa ni sandalias, ¿acaso les faltó algo?
—Nada —respondieron.
36 Entonces les dijo:
—Ahora, en cambio, el que tenga un monedero, que lo lleve; así mismo, el que tenga una bolsa. Y el que no tenga espada, que venda su manto y compre una. 37 Porque les digo que tiene que cumplirse en mí aquello que está escrito: “Y fue contado entre los malhechores”.[a] En efecto, lo que se ha escrito de mí se está cumpliendo.[b]
38 —Mira, Señor —le señalaron los discípulos—, aquí hay dos espadas.
—¡Basta! —les contestó.
Jesús ora en el monte de los Olivos(G)
39 Jesús salió de la ciudad y, como de costumbre, se dirigió al monte de los Olivos y sus discípulos lo siguieron. 40 Cuando llegaron al lugar, les dijo: «Oren para que no caigan en tentación». 41 Entonces se separó de ellos a una buena distancia,[c] se arrodilló y empezó a orar: 42 «Padre, si quieres, no me hagas beber este trago amargo;[d] pero no se cumpla mi voluntad, sino la tuya». 43 Entonces se apareció un ángel del cielo para fortalecerlo. 44 Pero como estaba angustiado, se puso a orar con más fervor y su sudor era como gotas de sangre que caían a tierra.[e]
45 Cuando terminó de orar y volvió a los discípulos, los encontró dormidos, agotados por la tristeza. 46 «¿Por qué están durmiendo? —les exhortó—. Levántense y oren para que no caigan en tentación».
Arresto de Jesús(H)
47 Todavía estaba hablando Jesús cuando se apareció una turba, y al frente iba uno de los doce, el que se llamaba Judas. Este se acercó a Jesús para besarlo, 48 pero Jesús le preguntó:
—Judas, ¿con un beso traicionas al Hijo del hombre?
49 Los discípulos que lo rodeaban, al darse cuenta de lo que pasaba, dijeron:
—Señor, ¿atacamos con la espada?
50 Y uno de ellos hirió al siervo del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha.
51 —¡Déjenlos! —ordenó Jesús.
Entonces tocó la oreja al hombre y lo sanó. 52 Luego dijo a los jefes de los sacerdotes, a los capitanes del Templo y a los líderes religiosos, que habían venido a prenderlo:
—¿Acaso soy un bandido[f] para que vengan con espadas y palos? 53 Todos los días estaba con ustedes en el Templo y no se atrevieron a ponerme las manos encima. Pero ya ha llegado la hora de ustedes, cuando reinan las tinieblas.
Pedro niega a Jesús(I)
54 Prendieron entonces a Jesús y lo llevaron a la casa del sumo sacerdote. Pedro los seguía de lejos. 55 Pero luego, cuando encendieron una fogata en medio del patio y se sentaron alrededor, Pedro se les unió. 56 Una criada lo vio allí sentado a la lumbre, lo miró detenidamente y dijo:
—Este estaba con él.
57 Pero él lo negó, diciendo:
—Muchacha, yo no lo conozco.
58 Poco después lo vio otro y afirmó:
—Tú también eres uno de ellos.
—¡No, hombre, no lo soy! —contestó Pedro.
59 Como una hora más tarde, otro lo acusó:
—Seguro que este estaba con él; miren que es galileo.
60 —¡Hombre, no sé de qué estás hablando! —respondió Pedro.
En el mismo momento en que dijo eso, cantó el gallo. 61 El Señor se volvió y miró directamente a Pedro. Entonces Pedro se acordó de lo que el Señor le había dicho: «Hoy mismo, antes de que el gallo cante, me negarás tres veces». 62 Y saliendo de allí, lloró amargamente.
Los soldados se burlan de Jesús(J)
63 Los hombres que vigilaban a Jesús comenzaron a burlarse de él y a golpearlo. 64 Vendaron sus ojos y le preguntaban:
—¡Profetiza! ¿Quién te pegó?
65 Y le lanzaban muchos otros insultos.
Jesús ante Pilato y Herodes(K)(L)(M)
66 Al amanecer, se reunieron los líderes religiosos del pueblo, tanto los jefes de los sacerdotes como los maestros de la Ley, e hicieron comparecer a Jesús ante el Consejo.
67 —Si eres el Cristo, dínoslo —le exigieron.
Jesús contestó:
—Si se lo dijera a ustedes, no me lo creerían 68 y, si les hiciera preguntas, no me contestarían. 69 Pero de ahora en adelante el Hijo del hombre estará sentado a la derecha del Dios Todopoderoso.
70 —¿Eres tú, entonces, el Hijo de Dios? —preguntaron a una voz.
Y él les dijo:
—Ustedes mismos lo dicen.
71 —¿Para qué necesitamos más testimonios? —resolvieron—. Acabamos de oírlo de sus propios labios.
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