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Cuando lo vio Finés, hijo de Eleazar y nieto del sacerdote Aarón, se levantó de en medio de la comunidad, tomó una lanza en su mano, siguió al israelita hasta su tienda y traspasó a ambos por el vientre, al israelita y a la mujer madianita. Con ello cesó el castigo que se había desencadenado contra los israelitas, un castigo en el que murieron veinticuatro mil.

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