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El maná era como la semilla del cilantro, y su aspecto era como el de la resina. El pueblo se dispersaba para recogerlo, y lo molían en molinos de piedra o lo trituraban en morteros. Lo cocinaban en ollas y hacían de ello tortas que tenían sabor de tortas cocidas con aceite. Cuando el rocío descendía de noche sobre el campamento, el maná descendía sobre él.

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