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Yo soy Miqueas de Moréset. Dios me comunicó lo que pensaba hacer contra las ciudades de Samaria y Jerusalén. Esto sucedió cuando Jotán, Ahaz y Ezequías eran reyes de Judá. Esto es lo que Dios me dijo:

Juicio contra Samaria

«¡Escúchenme bien,
pueblos todos de la tierra!
¡Préstenme atención,
habitantes de este país!
Yo soy el Dios de Israel
y desde mi santo templo
voy a denunciar sus maldades.

»Ya estoy por salir
y destruiré los pequeños templos
que han construido
en los cerros de este país.

»Cuando ponga mis pies
sobre las montañas,
ellas se derretirán
como la cera en el fuego,
y los valles se partirán en dos,
como se parten las montañas
cuando los ríos bajan por ellas.

»Todo esto sucederá
por la rebeldía de los israelitas,
pues ya son muchos sus pecados.
Los de Israel pecaron
en la ciudad de Samaria;
los de Judá adoraron a otros dioses
en la ciudad de Jerusalén.
Por eso convertiré a Samaria
en un montón de ruinas;
esparciré sus piedras por el valle
y la dejaré al descubierto.
¡Sólo servirá para plantar viñedos!

»Por eso haré pedazos
todos los ídolos de Samaria.
Los hicieron con las monedas
que ganaron las prostitutas;
¡pues yo los fundiré en el fuego
y en monedas los convertiré de nuevo!»

Lamento de Miqueas

8-9 Entonces yo dije:

«Samaria y mi pueblo Judá
han sido heridos de muerte.
La muerte también amenaza
a Jerusalén, capital de Judá.

»Por eso lloro y estoy triste;
por eso ando desnudo y descalzo;
por eso chillo como avestruz,
por eso lanzo aullidos como chacal.

10 »Pero no se pongan a llorar
ni digan nada a los de Gat.
Más bien retuérzanse de dolor
en ese pueblo polvoriento
que se llama Polvareda.

11 »Ustedes, habitantes de Bellavista,
serán llevados como esclavos;
avanzarán desnudos y avergonzados.
Habrá lágrimas en el pueblo vecino,
pero los habitantes de Zaanán
no saldrán en su ayuda.
12 Los habitantes del pueblo de Amargura
se quedarán esperando ayuda,
pero Dios enviará la desgracia
hasta la entrada misma de Jerusalén.

13 »Ustedes, habitantes de Laquis,
¡enganchen sus caballos a los carros!
Fue en la ciudad de ustedes
donde todos nuestros males comenzaron.
Allí pecaron los israelitas,
y allí pecaron los de Jerusalén.
14 Por eso tendrán que despedirse
de su amado pueblo de Moréset-gat.
Los reyes de Israel serán engañados
en el pueblo llamado Trampa».

15 Y Dios dijo:

«Contra ustedes,
habitantes del pueblo llamado Conquista,
voy a enviar un conquistador,
y aun los israelitas más valientes
huirán hasta la cueva de Adulam.
16 Habitantes de Jerusalén,
¡lloren y aféitense la barba!,
¡lloren y córtense el cabello
hasta quedar calvos como un buitre!
¡Sus hijos queridos serán llevados
a un país lejos de aquí!»

La maldad de los poderosos

Dios continuó diciendo:

«¡Gente malvada,
qué mal les va a ir a ustedes!
Al acostarse hacen planes malvados;
al levantarse los llevan a cabo,
porque tienen el poder de hacerlo.
Si quieren terrenos, los invaden;
si quieren casas, se adueñan de ellas;
maltratan al dueño y a su familia,
y con engaños los echan fuera.

»Por eso yo, el Dios de Israel,
también tengo planes contra ustedes:
voy a enviarles una desgracia
de la que no podrán librarse.
Les vienen tiempos tan difíciles
que se les acabará el orgullo.
Cuando llegue ese día,
la gente se burlará de ustedes
y les cantará esta canción:

“¡Se han quedado en la ruina!
¡Antes eran el pueblo de Dios,
pero han cambiado de dueño!
¡Nuestros ejércitos los conquistaron
y nos repartimos sus campos!”

»¡Escúchenme, israelitas!
Ustedes fueron mi pueblo,
pero no volveré a darles terrenos.

6-7 »Ustedes los israelitas
no quieren que los profetas
les den malas noticias.
Ustedes no quieren creer
que algo malo puede sucederles;
por eso no quieren escucharlos.
Les dicen que yo no estoy enojado,
y que ese no es mi modo de actuar.
Dicen que yo siempre trato bien
a todos los que hacen lo bueno.

»Si ustedes fueron mi pueblo,
¿por qué ahora son mis enemigos?
A los que vuelven de la guerra
y van tranquilos por el camino,
les arrebatan la ropa;
a las mujeres de mi pueblo
les quitan las casas,
donde antes vivían felices,
y a sus hijos les arrebatan
las riquezas que yo mismo les di.

10 »¡Vamos, largo de aquí!
¡Ustedes han hecho de mi templo
una sala de diversiones!
¡Por eso voy a destruirlo!
11 Ustedes serían felices
con profetas mentirosos
que sólo hablaran de vino y de licor.

Dios da esperanza a su pueblo

12 »Pero a los descendientes de Jacob
que hayan quedado con vida,
los reuniré como a un rebaño.
Tal vez no sean muchos,
pero harán mucho alboroto.
13 Yo mismo iré delante de ellos
para abrirles paso y darles libertad.
¡Yo soy su Dios y su rey!

Los malos gobernantes

1-3 »¡Escúchenme ustedes,
jefes y gobernantes de Israel!
¡Ustedes debieran hacer justicia,
pero hacen todo lo contrario!
Prefieren hacer lo malo,
en lugar de hacer lo bueno.
Maltratan mucho a mi pueblo;
se lo están comiendo vivo.

»Por eso, cuando me llamen,
yo no les responderé.
Es tan grande su maldad
que los abandonaré».

Los profetas mentirosos

A los profetas que engañan a mi pueblo, Dios les ha dicho:

«Ustedes sólo hablan de paz
a quienes les dan de comer,
pero a quienes no los alimentan
les declaran la guerra.
Por eso no les voy a informar
lo que pienso hacer.
Nunca más les comunicaré mensajes
y ya no podrán anunciar el futuro.
Esos profetas y adivinos
quedarán en completo ridículo.
No tendrán nada que decir,
porque yo no les responderé».

Pero yo, Miqueas, estoy lleno del poder de Dios. Por eso puedo afirmar que nuestro Dios es un Dios justo. También puedo acusar a los israelitas de ser un pueblo pecador y desobediente.

La derrota de Jerusalén

Dios dijo:

«¡Escúchenme ustedes,
jefes y gobernantes de Israel!
Ustedes rechazan la justicia,
y no respetan ninguna ley.
10 En Jerusalén y en mi templo
los crímenes y la violencia
son cosa de todos los días.
11 Los sacerdotes, profetas y jueces
enseñan, predican o dictan sentencia
sólo a cambio de dinero.

»Y para colmo se atreven a decir:
“No tenemos nada que temer.
¡Dios está con nosotros!”

12 »¡Por culpa de ustedes
mi templo será derribado!
¡Por culpa de ustedes
Jerusalén quedará en ruinas,
y el monte de Sión
se cubrirá de maleza!»

Paz a las naciones

En el futuro,
el monte donde se encuentra
el templo de nuestro Dios
será el monte más importante.
Allí vendrán muchos pueblos
y gente de muchas naciones,
y unos a otros se dirán:

«Subamos al monte de Sión,
al templo del Dios de Israel,
para que él mismo nos enseñe
y obedezcamos sus mandamientos.

»Dios mismo será nuestro maestro
desde el monte de Sión,
¡desde la ciudad de Jerusalén!
Dios mismo dictará sentencia
contra naciones y pueblos lejanos,
y ellos convertirán sus espadas
en herramientas de trabajo.
Nunca más nación alguna
volverá a pelear contra otra,
ni se entrenará para la guerra.

»Todo el mundo vivirá tranquilo
bajo la sombra de su viña,
o a la sombra de su higuera,
porque así Dios lo ha prometido.
¡Qué importa que otras naciones
adoren a sus propios dioses!
¡Nosotros siempre obedeceremos
a nuestro poderoso Dios!»

Dios salvará a Israel

6-7 Así ha dicho nuestro Dios:

«Mi pueblo parece un rebaño
de ovejas cojas y perdidas,
porque está sufriendo mi castigo.
Pero ya está cerca el día
en que volveré a reunirlo.
Cuando llegue ese día,
con los pocos que hayan quedado
volveré a hacer una gran nación,
y desde mi templo en Jerusalén
reinaré sobre ella para siempre.

»Hermoso monte de Sión,
tú has sido una torre protectora
para mi amada Jerusalén;
así que volverás a ser como antes,
¡serás la gran capital de mi pueblo!

9-10 »Tú, Jerusalén,
lloras y te retuerces de dolor,
como si fueras una mujer
a punto de tener un hijo.
Pero no hay razón para que llores;
¡tienes rey y no te faltan consejeros!
Más bien, llora
porque tus habitantes te abandonarán
y vivirán en el campo,
y después serán llevados a Babilonia.
Sin embargo, yo los pondré en libertad;
¡yo mismo los libraré
del poder de sus enemigos!

11 »Muchas naciones se han reunido,
y dicen en contra tuya:

“¡Ojalá podamos ver
la derrota de Jerusalén!”

12 »Pero esas naciones no saben
lo que tengo pensado hacer;
es algo que no pueden entender:
¡voy a juntarlas para hacerlas polvo!

13 »¡Vamos, Jerusalén!
¡Levántate y hazlos pedazos!
Yo te daré la fuerza de un toro,
para que destruyas a muchos pueblos;
¡tus cuernos parecerán de hierro!,
¡tus cascos parecerán de bronce!
Les quitarás todas sus riquezas
y me las entregarás,
pues toda la tierra me pertenece.»

Grandeza de la pequeña Belén

Yo, Miqueas, anuncio:

«Jerusalén, Jerusalén,
prepárate para la guerra.
Por medio de tus enemigos
Dios castigará duramente
al rey de Israel.

»Pero tú, Belén Efrata,
entre los pueblos de Judá
eres un pueblo pequeño,
pero llegarás a ser muy importante.
En ti nacerá un rey
de familia muy antigua,
que gobernará sobre Judá.

»Dios nos va a abandonar
hasta que nazca ese rey.
Luego de su nacimiento
los que hayan quedado con vida
se reunirán con los demás israelitas.
Entonces Dios le dará a ese rey
toda su fuerza y poder
para dirigir a su pueblo
y hacerlo vivir en paz.
Ese rey extenderá su dominio
hasta el último rincón de la tierra.

5-6 »Cuando vengan los asirios
para invadir nuestro país
y quieran ocupar nuestros palacios,
ese rey nos librará de ellos
y nos hará vivir en paz.
Ordenará que los ataquen
siete jefes y ocho capitanes.
¡Así conquistaremos por la fuerza
el país de Asiria, territorio de Nimrod!

Judá entre las naciones

7-8 »Los que quedemos con vida
seremos entre las naciones,
como la lluvia que Dios envía:
cae del cielo y riega la hierba
sin la intervención humana.
Seremos también como los leones:
cuando están entre un rebaño,
atrapan a las ovejas y las destrozan,
y no las dejan escapar.
¡Tú, mi Dios, atacarás a tus enemigos
y los destruirás por completo!»

Destrucción total

10 Dios dijo a su pueblo:

«Cuando llegue ese día,
mataré a todos tus caballos
y destruiré tus carros de guerra.
11 Destruiré también tus ciudades
y derribaré todas tus torres.
12 Pondré fin a tus hechicerías
y acabaré con todos tus adivinos.
13 Destruiré tus ídolos y tus imágenes,
y no volverás a adorar
a dioses que tú mismo hiciste.
14 ¡Yo destruiré tus ciudades
y las imágenes de tu diosa Astarté!
15 ¡Yo me vengaré con gran furia
de las naciones que no me obedecieron!»